A estas alturas, identificar las dos almas de la derecha o las de los partidos que la conforman -dadas sus visiones opuestas en lo valórico y en el rol del Estado-, no reviste mayor novedad.
Lo mismo ocurrió entre los autoflagelantes y autocomplacientes en la Concertación cuando era gobierno, distinción que se mantiene siendo oposición.
Pero en un partido que últimamente ha evidenciado su interés en convertirse en la bisagra entre el gobierno y la oposición, la agudización de las diferencias entre sus dos almas bien podría augurar un cambio mayor en la conformación de fuerzas del sistema de partidos chileno, más aún cuando representa al codiciado centro político.
Los movimientos de la directiva de la Democracia Cristiana realizados la semana pasada, no son coincidencia.
La DC no sólo fue a La Moneda con cinco de sus parlamentarios (aunque con uno de ellos a regañadientes) a hablar de reformas políticas sin sus socios, sino que tampoco les avisó.
Y con una diferencia de días, el ministro del Interior fue recibido por los democratacristianos en el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) para hablar de reformas políticas, que no incluyeron el plebiscito.
Justo en momentos en que el resto de la Concertación coordinaba una acusación constitucional contra Hinzpeter (frente a la cual finalmente se declaró libertad de acción para los parlamentarios DC) y cuando el ex Presidente Frei denunciaba desde Argentina que el país se acercaba a la ingobernabilidad.
Pero las declaraciones del Presidente de la DC, Ignacio Walker, respecto del plebiscito, fueron la guinda de la torta al momento de evidenciar las dos almas de la Democracia Cristiana.
Cuando el timonel de este partido considera que “el plebiscito es el fracaso de las instituciones”, mientras 12 de 15 diputados democratacristianos firman una declaración pública respaldando el plebiscito como forma de destrabar el conflicto estudiantil, claramente el problema es más que de matices.
Declaraciones que a Walker le han valido críticas de otros partidos de la Concertación, que lo acusan de ubicarse más allá de la derecha, por cuanto –recuerdan- el ex senador Longueira propuso el mecanismo de plebiscito para resolver la salida al mar de Bolivia.
Mientras Walker asocia los plebiscitos con una “democracia débil y populista”, el jefe de bancada de la DC, Aldo Cornejo -el mismo que asistió a la reunión de La Moneda sin estar plenamente convencido-, lideró la iniciativa para promover una reforma constitucional que permita institucionalizarlos como mecanismo de resolución de conflictos, de acuerdo a las definiciones del V Congreso Ideológico de la DC.
La línea que la actual directiva DC -no necesariamente sus bases- ha seguido en el último tiempo frente a los coqueteos que hace bastante rato le viene haciendo el gobierno, es responder con movimientos rápidos de pestañas y sonrisas.
La DC se puso coqueta frente a insinuaciones más que directas de personeros como el timonel de RN, Carlos Larraín, que la viene cortejando desde el inicio del gobierno de Piñera, pero que hoy le pide decididamente su mano.
“Podríamos hacer un replanteamiento general de la política chilena si logramos combinar fuerzas con la DC y el Partido Radical y darle al país quizás 20 años de estabilidad y progreso”, sostuvo recientemente. Larraín apunta al centro que -supuestamente- representa la DC y a la clase media, que es donde mayor adhesión ha perdido el gobierno.
Tal vez la directiva actual de la DC se tiente a escoger el anillo de compromiso ante la aseveración de Larraín, que manifestó su disposición individual a votar por un DC, radical o independiente si se ponen de acuerdo en “1.000 ideas básicas”. Ello concretaría el anhelo de Walker de que el próximo candidato presidencial sea un decé, candidatura para la que tal vez esté pensando en el propio presidente del partido.
Otro partido que partió solo a La Moneda, antes de hacerlo con sus socios del PS y el PPD, y cuyo timonel planteara en innumerables oportunidades que la Concertación se agotó (al igual que lo hiciera el Vicepresidente de la DC), fue el Radical.
Aunque Larraín también lo apunta en sus coqueteos, el PRSD parece estar mirando hacia el otro lado al intensificar sus contactos con el PC, el MAS y el MAIZ, con quienes realizará un cónclave político para desarrollar el trabajo opositor, probablemente en miras a crear un nuevo referente político.
Será la primavera que se aproxima la que está haciendo suspirar a algunos partidos con nuevas alianzas o lo será el escaso 17% de adhesión a la Concertación que consigna la última CEP.
Habría que agregar en esta escena de romance que parece impregnar a la DC, que tanto el Presidente de la República como el jefe de gabinete, se sienten bastante en casa con la tienda demócrata cristiana, tanto que desde la derecha dura han calificado su gobierno como el quinto de la Concertación.