Chile, en este caso mirado desde México, ha vuelto a ocupar titulares y espacios en los principales medios de comunicación de este país. Sus actores son los estudiantes chilenos junto a la sociedad que clama por una educación pública de mayor calidad y el fin al lucro en este sector.
Los principales medios de comunicación de México – y muchos latinoamericanos, e incluso europeos – han centrado en los últimos días sus enfoques en los dichos del Alcalde de Santiago, Pablo Zalaquett, quien amenazó con sacar las Fuerzas Armadas a las calles para controlar las marchas estudiantiles.
Además de ser una crítica a los carabineros de Chile, quienes entonces serían incapaz de controlar a estos jóvenes de entre 14 y 22 años de edad, la autoridad capitalina ha amenazado con sacar a los militares y para ello ha dado una fecha muy simbólica: el 11 de septiembre, justo el día en que se recuerda el golpe de estado de 1973 en Chile, cuando el hoy alcalde Zalaquett, recién había cumplido los 10 años de edad.
Mala cosa, señor Alcalde. Una autoridad como usted, elegida por los ciudadanos de la comuna de Santiago – a muchos de los cuales hoy amenaza reprimir con las Fuerzas Armadas – tiene la obligación de responder a quienes le depositaron su confianza y sintonizar con el anhelo ciudadano que en la capital, y en muchas regiones del país, sólo piden cosas posibles.
No podemos desconocer que jóvenes desadaptados socialmente – seguramente faltos de esa educación por la que hoy se clama – han aprovechado la oportunidad para dar rienda suelta a oscuros propósitos que en nada desmerecen lo que hacen de manera pacífica miles de jóvenes, junto a familias , incluyendo padres y abuelos .
Pero también estamos siendo testigos de otro mal recuerdo, en especial por la cercanía que sentimos quienes abrazamos la profesión de periodista.
Me refiero al rol de los medios de comunicación.
La historia reciente ha sido clara para reconocer el triste papel que cumplieron los medios de comunicación durante los 17 años de dictadura. Salvo las honrosas excepciones de Radio Cooperativa y la hoy desaparecida Radio Chilena, así como dos o tres revistas, el resto de los medios, en especial la prensa escrita y televisión, cayeron en el juego de demonizar ideas, personas e instituciones.
Hoy les pedimos, que tal como ayer, no caigan en el juego de estigmatizar a quienes reclaman pacíficamente por sus derechos. En el pasado, cuando los militares estaban en las calles, hubo quienes siguieron este macabro juego que significó posteriormente la muerte y desaparición de muchos compatriotas.
Cuando hoy, otra vez se callan muchos hechos o simplemente se privilegia la cobertura de un sólo sector y se estigmatiza a quien piensa diferente – y nuevamente hay que informarse a través de medios extranjeros para conocer de manera más completa lo que ocurre en el país – es oportuno hacer un llamado a la prensa para que sean testigos e intérpretes de lo que realmente sucede.
Que se abran a considerar las causas justas y separar el trigo de la paja. Lo peor que pueden hacer, como muchos de esos medios lo hicieron en el pasado, es demonizar personas y sectores. No cometamos los mismos errores.
Hoy tenemos estudiantes de educación media – entre 14 y 17 años de edad- que hace un mes están en huelga de hambre para hacer valer sus derechos. Tres de ellos han dejado de ingerir líquidos y en cualquier momento pueden tener un desenlace fatal para sus jóvenes vidas.
Más allá de que cada sector busca responsabilizar a su adversario por lo que sucede, aquí el primer responsable es el gobierno que, por decisión de la mayoría del país, detenta el poder y tiene la obligación de construir una nación en que todos sus hijos puedan tener igualdad de oportunidades.
Una de ellas, y dentro de las más importantes, está el derecho a la educación.
El derecho a una educación diversa, pero de calidad, tanto para la privada, como para la pública, donde el estado tiene un rol fundamental.
Una educación – la chilena, según organismos internacionales es una de las más caras del mundo – donde todo aquel que tenga las capacidades pueda continuar sus estudios sin importar su situación económica. Con un sistema educativo que erradique el lucro y donde haya una igualdad de oportunidades que les permita, junto a sus compatriotas la construcción de un país más justo y desarrollado.
Sinceramente creo que son todas cosas factibles de llevar a la práctica, siempre que haya voluntad política
La obligación de dar respuestas concretas corresponde fundamentalmente al Primer Mandatario.
Es él, junto a quienes hoy lo acompañan en la noble tarea de gobernar, el más indicado en reflexionar y buscar una salida a la situación de embotellamiento que está viviendo Chile.
También, por supuesto, es responsabilidad de la oposición política que se encuentra en el Parlamento, otras de las instituciones de nuestra democracia.
Deben ser respuestas urgentes, claras y sinceras. Que terminen con la desconfianza que la clase política, con honrosas excepciones, ha creado en los jóvenes. No se trata de una desconfianza en las instituciones, sino en las personas que las componen.
Por el bien de la democracia, quienes representan la clase política tienen que recuperar esas confianzas que hoy no pasan por el mejor momento.
Si estos poderes son capaces de reconstruir esas confianzas entre los jóvenes, con hechos concretos, estos acudirán a las instancias de diálogo que se les ofrecen.