Estudios recientes indican que cerca del 80% de los chilenos y chilenas se manifiestan a favor de las demandas estudiantiles.
Sin embargo, pensar que el retorno de las cacerolas, la masiva participación ciudadana en las marchas y el sostenido apoyo al movimiento estudiantil, es solo por solidaridad con ellas, es no querer ver el transversal y evidente malestar ciudadano con el tipo de sociedad que hemos construido y fundamentalmente con un tema que el movimiento estudiantil ha puesto en el centro del debate, pero que atraviesa casi todos los ámbitos de la vida cotidiana: la ideología del lucro.
En este contexto, asistimos a una oportunidad histórica como sociedad, de discutir, por primera vez en décadas, el modelo económico que se instaló en tiempos de dictadura y que se ha mantenido muy a pesar de la mayoría del país, debido a una constitución sobre ideologizada, que representa de manera casi perfecta los intereses de una minoría, que durante los últimos veinte años se las ha arreglado para permitir, solamente, cambios dentro de la continuidad.
Ahora bien, sin ánimo de exculpar a la Concertación de su responsabilidad política en la actual situación, el momento actual se revela como ideal para abordar los cambios de fondo que Chile necesita, por cuanto el gobierno de turno está conformado fundamentalmente por ese sector de nuestra sociedad, para el cual el lucro constituye su ideología principal.
Resulta útil mencionar que en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, lucro está definido como “ganancia o provecho que se saca de algo” y por más que pretendan igualarlo con el salario, parece ser que, al menos en el español que la mayoría conocemos, no son sinónimos.
De hecho, el salario, en el mismo texto, es definido como la cantidad de dinero con que se retribuye a los trabajadores por cuenta ajena.
La diferencia estriba, según mi parecer, en que, en la definición de lucro, el concepto de trabajo o trabajador no aparece por ningún lado, por lo que no va ligado a la retribución que un trabajador recibe por su trabajo, sino más bien, a un beneficio sacado, precisamente, sin él.
Ahora bien, la ideología del lucro afirma coherentemente, que en la vida y en las relaciones entre los seres humanos, todo está o debe estar guiado por el lucro y el interés personal.
Lo hemos escuchado incansablemente en las últimas semanas. En este sentido, la ideología dominante, no deja espacio para la acción racional referida a valores como el sentido del deber, la solidaridad o la necesidad de construir una sociedad con más equidad o justicia social.
Tampoco deja espacio para que el Estado se haga cargo de derechos básicos, universalmente reconocidos como tales. No al menos, sin que estos generen, antes, provecho para alguien en particular.
Esta ideología, es la que obliga a los sectores populares a resolver mediante el crédito y el sobreendeudamiento, muchas cosas que en otras sociedades se resuelven en base al salario, a la pensión o a una especie de renta de ciudadanía o subsidio de cesantía.
El ejemplo más claro lo constituye el consumo básico, que en nuestro país se resuelve con una serie de tarjetas de crédito, de supermercados y casas comerciales, que vienen a complementar el magro poder adquisitivo de los trabajadores, cobrando intereses usureros a los que menos tienen, para generar provecho o lucro para los dueños de las empresas que no solo ganan por vender, sino que además ganan por hacerlo a crédito.
Como si fuera poco, estos intereses van acompañados de prácticas abusivas que, en estos tiempos, no resulta necesario recordar.
Es decir, los mismos que ejercen todas las presiones conocidas y por conocer, para mantener los sueldos bajos son los que luego le prestan a los trabajadores el dinero que les falta para satisfacer sus necesidades, con el fin de lucrar o sacar provecho, también, de sus necesidades básicas.
Como la mayoría de los salarios no cubren el consumo básico, mucho menos alcanzan para cubrir una buena educación primaria y secundaria y menos aun, la superior, por lo que esta herramienta, fundamental para la movilidad social, se compra caro y a crédito, pagando intereses usureros a los mismos de siempre, para asegurar que, incluso, la movilidad social, genere provecho o ganancia para los grandes empresarios.
Algo similar pasa con los fondos de pensiones de nuestros trabajadores, que pueden verse drásticamente reducidas, si el “mercado” sufre un ataque de pánico producto de alguna de sus tantas imperfecciones, pero eso sí, jamás estas imperfecciones, que a veces tienen toda la cara de delitos comunes y corrientes, podrán mermar el provecho, o lucro, que obtienen aquellos administran los fondos.
Es decir, ni siquiera la justa retribución que debieran recibir los trabajadores en nuestro país, luego de ofrecer toda una vida al desarrollo de nuestra sociedad, están exentas de generar provecho a los que más tienen, antes incluso, de satisfacer si que alcanza, mínimamente las necesidades de los jubilados.
Esta es la realidad de la ideología del lucro que tan bien representa el gobierno actual y que tan bien administró durante 20 años la Concertación de Partidos por la Democracia.
Esta es la ideología del lucro que dice que nada puede hacerse, simplemente porque sea un deber del Estado, por solidaridad o porque algo es un derecho universalmente reconocido y consagrado.
Esta es la ideología del lucro, de la que tampoco se escapa la salud ni la vivienda social.
Esta es la ideología, que una vez más, los estudiantes, esta vez apoyados por diversos sectores que están hartos de este modelo, se han propuesto cambiar como un grito desesperado para restablecer, aunque sea mínimamente, en nuestra sociedad, los valores de la solidaridad y la fraternidad.