La ciudadanía está dando señales claras de querer otro acuerdo social para el país.
Se ha manifestado con firmeza en temas que hasta hace poco parecían secretos a voces que no se reflejaban en la agenda política, en la agenda pública y tampoco en los medios de comunicación, que, en virtud del rating, han contribuido decididamente al proceso de banalización y falta de conciencia.
Si bien es relativamente reciente, este despertar ciudadano ha provocado un remezón suficiente en la sociedad, como para empezar a soñar con un movimiento social que interpele por derecho propio a quienes tienen la responsabilidad de gobernar a todos los sectores.
Desde el interior de un movimiento ciudadano que en enero de este año fue capaz de paralizar una región entera hasta ser escuchado, puedo afirmar que aun no veo en quienes ejercen la política desde los partidos, señales de estar haciendo una lectura adecuada de lo que está pasando.
Por ejemplo la ciudadanía quiere que la educación sea responsabilidad del Estado.
La ciudadanía está cansándose de un sistema de salud que deviene en regulares condiciones para el sector público y condiciones leoninas para quienes acceden a las Isapres.
La ciudadanía aun no entiende las tasas de interés que debe pagar no solo en tiendas como La Polar.
La ciudadanía no comprende el actual régimen de AFP, porque a la hora de jubilar se empobrece y por tanto debe seguir trabajando y si, en caso de viudez, se pasa a ser pensionado la situación es aún peor.
La ciudadanía quiere un país en donde se respete el derecho de los trabajadores a sindicalizarse y a tener negociaciones colectivas.
La ciudadanía quiere que todos y especialmente los jóvenes tengan derecho irreductible a un trabajo decente.
Un buen porcentaje de la ciudadanía cree que las personas del mismo sexo tienen derecho a casarse.
La ciudadanía no quiere más privatizaciones de la explotación de los recursos naturales, ni que se liquiden empresas del estado en tanto se ponen en manos de privados los bienes públicos, las garantías y derechos de cada habitante del país.
Los ciudadanos contemplamos estupefactos que la interpretación que se hace de la democracia desde los estamentos tradicionales del ejercicio de la política se nos reduce a votar una vez cada tantos años y luego en nombre de esos votos que cada uno reclutó toman decisiones sobre temas que afectan nuestras vidas con rasgos muchas veces de un paternalismo ya insoportable.
También rechazamos el cuestionamiento a la “representatividad” de los movimientos ciudadanos, sin pensar en cuál es la propia representatividad si pensamos entre otras cosas en la cantidad de afiliados que tiene cada partido, cuánta de su gente finalmente vota en sus elecciones internas y cuántas de sus bases eligen democráticamente a quienes ejercerán cargos. Tanto de elección popular como los que integran luego gabinetes.
Porque los ciudadanos tenemos certeza de los riesgos de elegir un president@ que luego está expuest@ a los cuoteos.
Ministros, subsecretarios, intendentes, seremis, consejeros regionales, asesores representan un verdadero ejército, que salido de las canteras de los partidos, amenazan no pocas veces el espíritu de un determinado gobierno. La ya famosa “bajada” de las políticas públicas que parecen ir degradándose a medida que por fin aterrizan.
Asistimos a un tiempo en el que dialogan dos lógicas que aún enunciando las mismas palabras no se ponen de acuerdo en los conceptos emitidos. Entonces cuando los movimientos sociales somos a veces “de izquierda”, “de centro”, “de oposición” reafirmamos la idea de que no nos están leyendo correctamente.
La invitación es entonces a animarse re-pensar, re-crear. A no temer a un movimiento ciudadano y social que sí, es político y busca decididamente determinar a través de su acción el país en el que quiere vivir.
Hasta ahora los únicos que han salido claros triunfadores son los que por intereses económicos les conviene el actual estado de cosas. Y responden transversalmente a todos los sectores.
Los ciudadanos queremos verlos pensar país, equidad, mejor distribución de la riqueza, desarrollo a escala humana, descentralización, confianza en el capital social de las regiones, respeto por el medioambiente, proyectos de explotación de los recursos naturales armónicos con beneficios para todos, no solo para las grandes empresas.
Las ciudadanas y ciudadanos de Chile solo pretenden abandonar la rueda en la que giran para sobrevivir para alcanzar la cuota de felicidad y esperanza a la que tenemos derecho.
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