Excusen lectores de este sitio Web de Cooperativa, pero las declaraciones de dirigentes de los estudiantes – que son políticos jóvenes, y esto no lo expreso en un sentido negativo-; de dirigentes políticos y parlamentarios en ejercicio (ya no tan jóvenes); comentaristas varios; ciudadanos organizados e iracundos (también políticos), me están llevando a la conclusión que en el Chile de hoy se están confundiendo los roles: los poetas están haciendo política y los políticos haciendo poesía.
Y ambos campos son respetables, admirables, propios de la especialidad de nuestra cultura chilena (tenemos grandes poetas y grandes políticos – y habría que agregar ahora grandes futbolistas) pero, en mi opinión, no deben ser confundidos, no se avienen bien, creo.
Me explico: la poesía refiere a la realidad, pero la oculta, la hermosea, la complejiza y es evasiva –con excepciones por cierto, entre ellas la del gran Nicanor Parra.
En cambio, la política es pura realidad, lucha siempre brutal, en ocasiones incluso mortal, espacio del “quítate tú para ponerme yo”, contienda en torno al poder societal y todo lo que este significa para las relaciones humanas y la organización económica, social, cultural e incluso ética de una sociedad.
En la poesía hay poca realidad, al menos directamente. En la política, hay pura realidad.
Los poetas trabajan con la imaginación y las palabras para plantearnos lo que debería ser; los políticos democráticos con las realidades sociales, económicas y culturales, tal como son y como pueden llegar a ser, conforme un esfuerzo de nuestras voluntades libres y soberanas, que tienen límites en otras voluntades también libres y soberanas.
Yo no creo que debamos ir por los caminos de la poesía para resolver los serios problemas que enfrenta hoy en Chile la democracia política representativa e imperfecta que tenemos.
Las agudas demandas y movilizaciones ciudadanas que están sobrepasando a la política, los políticos, los partidos políticos, el Gobierno y la Oposición, son muy reales y legítimas, aunque muchas veces se expresen poéticamente, “seamos realistas, hagamos lo imposible” o “unidos y sin partidos jamás seremos vencidos”, por mencionar algunos de los slogans actuales, aunque hay muchos otros similares.
La respuesta desde la política, los políticos y los partidos políticos democráticos, a mi juicio, debiera ser real, en el sentido de reconocer tales demandas, avanzar en especificarlas lo más precisamente posible y diseñar y proponer soluciones viables, también reales –en que las condiciones económico-financieras son un sine qua non que debe ser tenido en cuenta.
Me parece también que los políticos más viejos, de todos los sectores, aquellos experimentados, que por lo mismo pueden entender la moderación, debieran jugar un rol central en recuperar la política para los políticos y dejar la poesía para los poetas.
Me refiero a todos ellos pero especialmente a los políticos de centro, de la parte del espectro político que sea, pero aquellos que son capaces de encontrar las soluciones o que no se limitan a plantear preguntas sino que las plantean cuando tienen las respuestas.
Si existe –y me parece que sí existe- una falta de conexión entre la ciudadanía empoderada y furiosa con la actual estructura político-institucional-constitucional, entonces los juristas y políticos deben proponer reformas precisas, bien diseñadas, democráticas, para mejorar aquello que tenemos y que tanto dolor nos costó cuando lo perdimos y que luego de tantos años logramos recuperar.
Tales reformas democráticas existen, son posibles y también es posible concordar en ellas.
Hagámoslo.
El conocido “Grupo de los 24”, en el cual en los tiempos de la dictadura militar tuve el honor de participar muy intensamente, elaboró muchas de tales reformas democráticas, y ahí están, examinémoslas, veamos si sirven a tales propósitos.
Eso es lo que está a mi juicio faltando en la actual y bastante dramática situación de la política chilena; ese es el trabajo que los políticos no están haciendo o están haciendo mal.
En fin, desde este modesto espacio cibernético, con todo respeto, me permito convocar a los poetas a la poesía; y a los políticos, a la política.