(Después de escribir la columna recibo la noticia de que un segundo menor de edad ha sido herido en Temucuicui. Espero que el gobierno actúe rápido y se evite una nueva tragedia que enlute al pueblo mapuche. Si los heridos fueran del movimiento por la educación, esto sería un gran escándalo nacional).
Me cuenta el werkén de Temucuicui que Kilapang, hijo del Ñidol Longko Mangiñ Wenu, era del territorio wenteche.
Mangiñ lo mandó a estudiar con Kalfurkurra en Puelmapu y luego al colegio para hijos de longkos que tenían los padres en Chillán, donde fue bautizado como José Santos. Cuando vuelve a wentemapu está listo para ser ÑidolLongko y hacerse cargo del territorio.
Al igual que su padre, apoyó al ejército federalista, consciente de que un Estado centralizado en Santiago barrería con los mapuche, e hizo la guerra cuando el ejército chileno daba las primeras incursiones en Wallmapu, pocos años antes de la invasión-“pacificación”.
Kilapang unió por última vez a los más grandes longkos de todo Wallmapu para resistir la guerra del wingka.
No se sabe con certeza de qué murió. Lo que cuentan los antiguos es que tomaron su cuerpo y lo escondieron. “Tüfachi wingkül mew elgei, türpu ngankongelai wingka aliwen mew”.“En ese cerro lo enterraron”, me dice.
Por eso el wingkul se mantuvo siempre virgen, todavía se ve así. Nunca las forestales lograron plantar ahí. El cerro se movía, la fuerza del longko no lo permitió.
Forestal Mininco ya se fue de Temucuicui. Hoy día la lucha es por los fundos que están en manos de colonos extranjeros. Ellos también tienen su historia: cómo llegaron sus padres y abuelos, pobres inmigrantes a estas tierras que el Estado le quitó a los mapuche, las hicieron producir, se convirtieron en dueños de fundos, patrones, gente de respeto, benefactores de estos mapuche malagradecidos.
La sociedad wingka les dio un lugar y ellos se lo ganaron con sudor. Aunque dicen los mapuche que el patrón no pagaba con dinero sino con harina o trigo, y no siempre. La nueva generación dejó de llamarlos patrones.
Ya van 15 días de enfrentamientos entre bombas lacrimógenas y boleadoras. Algunos peñi tienen perdigones metidos en el cuerpo. Se ve feo el rostro hinchado, negro, el agujero del perdigón que está alojado. La mayoría no se atreve a ir al hospital.
Llevan 12 años en este proceso. Todos los años lo mismo. Impedir que Urban siembre. Son los hijos y nietos de los que lucharon por el Fundo Alaska en la Reforma Agraria y sufrieron la represión de la dictadura. Todos se criaron en esto.
A 100 metros del campo de enfrentamiento con las fuerzas especiales, decenas de niños juegan con sus boleadoras con una destreza impresionante para el wingka.
“Yo quiero ir también a luchar, ya estoy listo”, le dice un pichikeche al werkén.
“Todavía no, usted tiene que formarse en el kimün mapuche, escuchar a los kimche, hablar el mapudungün, comer lo que comen los mapuche, respetar a los mayores, esa es su manera de colaborar. Más adelante va a ir usted”.
René Urban tiene menos de mil hectáreas. Con lo que gasta el Estado en proteger los fundos y las siembras que se pierden, el costo de la tierra ya se habría pagado. Pero el Estado defiende porfiadamente más que eso, una idea, el “derecho a la propiedad privada”.
Hablamos de la propiedad legalmente constituida, con papeles wingka, la que se opone a la propiedad ancestral, desconociendo el asesinato, el saqueo y el engaño que vivieron los hijos de Kilapang.
Para Temucuicui tampoco es un asunto económico. También defienden una idea. Tienen la idea fija de seguir existiendo, y saben que para eso tienen que defender la tierra.
En la lucha se ve la solidaridad. Las mujeres todo el día en la olla común cocinando para los weichafe. No muy lejos, en el predio de Urban, un grupo de 15 construye una ruca para impedir la siembra de avena y trigo. Saben que si siembran se redobla la fuerza policial y hay más posibilidades de heridos. Tampoco quieren que se desperdicie semilla.
Otro grupo con palas y picotas intenta cortar el camino para protegerlos de las tanquetas blindadas y el zorrillo.
Desde la ladera otro grupo con boleadoras responde al bus blindado del GOPE. Todo el día.
En la noche turnos. De vez en cuando un allanamiento. Heridos. Día tras día. Año tras año.
Generación tras generación. Saben que si los detienen, después de carabineros viene el sistema judicial y la ley antiterrorista. “Si en Concepción a un dirigente estudiantil lo cargan así, qué no se puede hacer en una comunidad mapuche perdida por aquí. Ahora dicen que tenemos metralletas”.
¿Habrá que esperar a que muera un mapuche de Temucuicui? Felipe Huenchullán estuvo a punto en la huelga de hambre el 2010.
En cualquier momento un exceso de carabineros –que deben estar bastante estresados ahí– puede provocar la tragedia (aunque ya es una tragedia tener jóvenes heridos).
En pocos días se cumplen dos años de la muerte de Jaime Mendoza Collío, conocido por estos lugares. Urban dice estar dispuesto a vender, otros dueños de fundo dicen estar dispuestos a matar.
Todo estaba listo para traspasar La Romana al final del gobierno de Bachelet. Sería un tremendo error que el gobierno actual eche todo atrás por un cálculo político equivocado.
¿Para qué quieren la tierra, si Urban la hace producir? Con esa pregunta no se entiende el problema, que no es “para qué”, sino “por qué”: “porque es nuestra, porque somos mapuche, porque nuestros antepasados lucharon por ella, porque el newén de Kilapang está en el cerro y en nosotros”.