Hace varios días que no había tenido oportunidad de conversar con mi querida abuela.
Ella había decidido que era tiempo de cambiar de aires y recién ha regresado hace un par de días.
Se acabaron las madrugadas con el diario “ordenado” y se terminaron las noticias sin comentarios. Llegó cargada de chocolates, chalecos y libros.
¡¡Hola Abuela!! Te había extrañado.
Hola me dijo. Y sin miramientos disparó: ¿qué te pareció el cambio de gabinete?
Yo, que ya tengo algún entrenamiento en estas conversaciones, contesté rápidamente: bueno, se esperaba hace días.
No me refiero a eso. ¿Estás de acuerdo con que sacara a Kast? ¿Qué te pareció el desembarco de la UDI? ¿Qué opinas del “papelón” del ex ministro Echeverría? ¿Crees que mejorará la popularidad del presidente y del gobierno? ¿Piensas que Bulnes recibió un presente griego como dicen algunos? ¿Y qué me dices de la pobre Ena, y Fontaine?
A estas alturas, yo sé que no debo contestar. Es preferible escuchar las respuestas que ella tiene pensadas y que, por lo general, provienen de un análisis muy serio y “experimentado”.
Abuela, son muchas preguntas. ¿Pero tú no le habías recomendado que llevara a Pablo Longueira al Gabinete y que a Lavín lo pusiera en Mideplán?
Sólo fue necesario esperar unos segundos. Se llevó su taza de té a los labios y comenzó.
Mira, me dijo: es cierto, le recomendé eso, pero no que sacara a Kast. Recuerda que dije que lo pusiera de vocero, dije que era el ministro de mejor imagen.
Abuela, no puedes esperar que te hagan caso en todo.
Sí, pero esto es un despropósito. Mira lo que ocurrirá con este gabinete, será muy complejo. En pocas semanas Longueira estará de punta con Larraín. Los problemas entre los UDI y el ministro del Interior serán de antología, y para qué decir lo que ocurrirá para definir quién reemplaza a los senadores UDI que ahora son ministros.
Abuela, estás exagerando.
Bueno, lo veremos en un par de meses. Creo, me dijo, que el diseño del gabinete no aportará mucho a la crisis de confianza que afecta al país.¿Te das cuenta que quedan pocos en quien confiar?
Desde que regresé al país las noticias que he leído son: que se realizó el careo entre Karadima y las víctimas de sus abusos; que denuncian que los teléfonos de varios diputados y senadores fueron interceptados sin autorización judicial; que un canal de televisión hizo un reportaje que da cuenta de policías infiltrados en las manifestaciones estudiantiles. La Iglesia, la policía, los políticos, el gobierno, el presidente, la oposición, La Polar, los empresarios, la tarjeta Presto. ¿En quién podemos confiar?
De nuevo, casi caigo en la trampa de contestar.
Tomó otro sorbo de té, se comió un chocolate…, luego continuó.
Yo creo, querido nieto, que los únicos que han dado pruebas de ser confiables son los estudiantes. Ellos han estado luchando por ideales, por hacer público un problema que, de solucionarse, será un beneficio para los más pequeños, un beneficio que muchos de ellos ya no alcanzarán a gozar. ¡¡Son admirables estos estudiantes!!
Abuela ¿no estarás exagerando? Yo aún no escucho con claridad lo que ellos quieren.
Mi abuela se enfureció. Se puso violácea. De hecho, hasta tuvo algunos tic nerviosos (como los que habitualmente afectan a algunas autoridades).
Me miró fijamente y me dijo; Sergio Ernesto Alberto. Así me llama cuando está muy enojada. Los estudiantes piden: un sistema de educación de calidad, justo y solidario.
Piden que se cumpla la ley y que no exista “lucro” en las Universidades. Piden más oportunidades y menos discriminación. Eso es suficiente. Ahora nosotros debemos traducir estos requerimientos en medidas concretas.
Abuela, ¿quiénes somos nosotros?
Querido nieto. Nosotros somos todos los ciudadanos que conformamos este país.
Nosotros los que no confiamos en las instituciones, los que no confiamos en nuestros políticos; nosotros los que somos parte de las instituciones vapuleadas; nosotros los que militamos en los partidos políticos; nosotros los que somos parte del gobierno; nosotros los que somos de oposición.
Sus ojos brillaban de la emoción.
Mira me dijo. ”Nosotros” tenemos la oportunidad histórica de empezar a reconstruir las confianzas a partir de nuestros estudiantes. Ellos merecen toda nuestra confianza.
Antes de partir me dijo: “saca dos chocolates de mi caja metálica”, está encima de la mesita…
Me emociona que ella confíe en que sacaré sólo dos de sus chocolates. Me quedé feliz pensando en la maravillosa abuela que tengo y comiendo mis dos chocolates.
A lo lejos la escuchaba cantar esa maravillosa canción de la Violeta…
Que vivan los estudiantes,
jardín de las alegrías.
Son aves que no se asustan
de animal ni policía,
y no le asustan las balas
ni el ladrar de la jauría.
Que vivan los estudiantes
que rugen como los vientos
cuando les meten al oído
sotanas o regimientos,
pajarillos libertarios
igual que los elementos.
Me gustan los estudiantes
porque levantan el pecho
cuando les dicen harina
sabiendo que es afrecho,
y no se hacen el sordomudo
cuando se presenta el hecho.