Es probable que las intensas movilizaciones ciudadanas que experimentábamos en los días previos al cambio de gabinete ministerial disminuyan en número e intensidad.
Ello será así por cuanto es preciso ajustarse a la nueva situación política creada por el Presidente Piñera con su decisión de introducir cambios en los titulares de los ministerios, un cambio por lo demás bastante rumoreado y preanunciado.
La duración de la pausa movilizacional dependerá también si se trata solamente de un cambio de elenco o además de alguna modificación del libreto político. Eso está por verse.
Entretanto, y aprovechando la aludida pausa, conviene detenerse en el tema mismo de las movilizaciones.
Desde luego, considero que las movilizaciones ciudadanas pacíficas son una parte legítima y aceptable del juego político democrático. Constituyen una forma y un recurso político para expresar demandas, exigir la adopción de determinadas políticas públicas, hacer presente a quienes tienen el poder político obtenido democráticamente que respondan a los ciudadanos –a aquella parte organizada y dispuesta a expresarse en tales movilizaciones, por cierto.
Si esas movilizaciones son efectivamente pacíficas, mayor legitimidad y aceptación adquieren dentro del sistema político democrático y también para el resto de la ciudadanía, aquella no organizada ni dispuesta a participar en las movilizaciones.
Hasta aquí todo bien, podría decir alguien. Así es, porque el problema mayor de las movilizaciones es que no casi ,sino prácticamente siempre van acompañadas, lamentablemente, de violencia en las calles.
Y esa violencia no solamente deslegitima las movilizaciones sino también el régimen político democrático que, precisamente, las permite. He ahí un dilema que considero que los organizadores de las movilizaciones debieran tener muy en cuenta y asumir las responsabilidades del caso.
Por así expresarlo, no basta con la ética de las movilizaciones hay que tener también una ética de las responsabilidades. Y ello se aplica para cuando uno está en el Gobierno y también cuando se está en la Oposición.
Ahora bien, existe un ejemplo notable de movilización política ciudadana pacífica reciente.
Michael Jackson, John Travolta/Olivia Newton-John, Thriller y Grease, han sido elegidos por los estudiantes como compañeros en sus movilizaciones por las calles de Santiago y en las pantallas de la televisión chilena e internacional.
Una movilización impresionante, tanto por la selección de dicha compañía, la perfección de la organización y realización de eventos multitudinarios, el primero de ellos ya realizado, con más de tres mil zombies bailando al son de la música del talentoso músico, cantante y bailarín, lamentablemente ya fallecido, Michael Jackson, como por su carácter totalmente pacífico.
Y ahora se preparan John Travolta y Olivia Newton-John, los nerds de una película de fines de los 70, ambientada en los 50, al son de la excelente música de la película Grease, de los Bee Gees -los hermanos Gibbs- y otros.
Al observar los zombies, tan bien caracterizados, me preguntaba qué nos querían decir los estudiantes.
¿Qué no es bueno que los chilenos vayamos por la vida como zombies?
¿Qué en realidad podríamos estar medio muertos pero todavía bailamos? ¿Qué es mejor estar medio vivos que enteramente muertos? No lo sé. Quizás no quieren decir nada y simplemente quieran bailar, hacer una coreografía gigante y aparecer con sus demandas en la tele, en Chile, y de rebote, como algo inesperado, en la tele internacional.
Y ahora se nos vienen Travolta y la Olivia. Tampoco sé que querrán decirnos. Habrá que esperar a la performance que, sin duda, será brillante. Los estudiantes ya demostraron que pueden organizar y hacer muy bien estos eventos.
De paso, pienso que ya se quisieran los políticos y los partidos políticos organizar algo así, con la inteligencia, creatividad, convocatoria y participación que los estudiantes lograron.
En esa misma onda –si van a seguir en ella- quizás valdría la pena que intentaran más adelante hacer algo a partir de un musical chileno, algo tan bueno y poderoso como La Negra Ester, por ejemplo.
Hasta ahí el lado A, espléndido, a mi juicio. Nada que reprochar.
Pero, me parece que existe un lado B, algo oscuro, que deseo comentar a los jóvenes lectores –si es que alguno, digo. Ello porque mientras miles de estudiantes se organizaban, ensayaban coreografías, vestuario, maquillaje, etc., otros jóvenes de más o menos sus misma edades, de otras universidades, estaban, a esas mismas horas, asistiendo a clases, leyendo, rindiendo pruebas, exámenes, estudiando, pensando y preparando sus futuros profesionales.
Y ellos serán sus competidores en el mundo laboral-profesional de los adultos en donde la lucha es ardua y en el curriculum no vale nada, ni tampoco sirve para el desempeño profesional, haber sido uno de los bailarines de Thriller. No es por nada, lo menciono solamente, en “buena onda”, como me parece que dicen los jóvenes hoy. Considérenlo.
Quizás deberán hacer un esfuerzo extra para recuperar la distancia perdida en materia de preparación y competencia profesional.
Por otra parte, me permito sugerir que si van a continuar estas iniciativas algo festivo-culturales, habría que considerar la organización de lo que denomino una “libraton”, esto es, una maratón de lectura de libros.
Una actividad o performance como esa permitiría manifestarse pacíficamente, combinando una sentada (“sit-in”) con una lectura masiva de libros.
Podrían organizarla de tal modo que muchos grupos de unos diez estudiantes cada uno, reunidos todos en un solo lugar, se sienten a leer en voz alta un libro o algún artículo sea sobre literatura, derecho, ingeniería, economía, historia, la Universidad -esa maravillosa institución creada por la humanidad- o el medio ambiente, etcétera, y lo comenten, discutan, compartan ideas y opiniones.
Considero que sería beneficioso para los participantes, original, pacífico, y causaría una gran impacto mediático nacional e internacional.
Además sería apreciado por la ciudadanía chilena, que si bien no lee mucho, en general aprecia los libros y a quienes los leen.