Sé que hay temas más importantes y trascendentes de los que escribir. Pero no puedo evitar caer en la tentación (para eso son las tentaciones, por lo demás) de hablar del cambio de gabinete.
Son ideas sueltas, pero que me parecen importantes de considerar cuando hemos escuchado por 20 años un debate en que los opositores criticaron a los entonces gobernantes.
No es que esté de acuerdo con unos u otros, sino que creo que pedir cierta consecuencia y alguna consistencia es el mínimo ético en el quehacer político.
Durante años, la derecha criticó lo que llamó “las sillas musicales”, para referirse a Ministros que cambiaban de cartera. Cuando vemos este cambio de gabinete a casi mitad del gobierno, tenemos el mismo espectáculo de cambio de carteras.
Una de las peores críticas de la derecha, ligada a las sillas musicales, era que los gabinetes debían ser de técnicos y no de políticos. Siempre he creído lo contrario: las decisiones de los gobiernos son políticas sustentadas en criterios técnicos. Pero éstos deben estar al servicio de las decisiones de los políticos.
Ahora queda en evidencia, con la segunda entrada de políticos al gobierno – salvo que alguien piense que Allamand, Matthei, Chadwick y Longueira son técnicos – y con el reacomodo de Lavín, Echeverría, Solminhiac, Golborne y Bulnes, que los gabinetes son políticos y que la técnica pasa a servir al gobierno y no a la inversa.
La derecha criticó duramente – yo también – la designación de una diputada en el gabinete, dando paso a que luego, aplicando la constitución semidemocrática que nos rige, el ministro renunciado pasara a ocupar el escaño de la Cámara de Diputados.
Un enroque que hizo escandalizar a la oposición de entonces, diciendo que las sillas musicales llegaban hasta al Congreso, que eso era una burla al electorado, en fin, epítetos de grueso calibre.
Resultado: que en este gobierno, ya van cuatro senadores que han pasado al gabinete, burlando al electorado que los eligió (salvo en el caso de Allamand donde no había alternativa), permitiendo que personas que no le han ganado a nadie pasen a ocupar escaños senatoriales de largo plazo.
¿Entonces, en qué quedamos?
En que lo que es malo que lo hagan otros, no es malo si lo hacen los unos. En que los que gobiernan pueden olvidarse de todas sus palabras y gobernar como quieran.
Y lo que es peor es que en este gobierno de los mejores, se saca sin explicaciones al ministro mejor evaluado – Kast –, sólo para hacerle espacio a Lavín después de su fracaso en Educación.
¿Un premio de consuelo sacrificando al más joven de los ministros del gobierno? Me suena como lo que le pasó a Orrego cuando Lagos lo sacó porque necesitaba ese espacio para otro DC.¿O van a darle a Kast una senaduría?
La salida de Ena era esperada y deseada, creo que hasta por ella misma. ¿La van a premiar como senadora?
Porque esto de designar senadores es para eludir las antiguas elecciones complementarias, que fueron tan útiles e iluminadoras en el devenir de la democracia chilena, entre otras cosas para medir la popularidad efectiva del gobierno y no sólo a través de encuestas que no tienen consecuencias políticas.
Bien por Teodoro Ribera, hombre inteligente, buen político y que sabe de sus temas. Su único problema es que abre un nuevo flanco por su alianza con las universidades privadas
¿Y por qué salió Fontaine? ¿No lo hacía bien acaso?
Hinzpeter ha sido el gran ganador, porque se mantuvo.
Piñera el perdedor, porque desechó la oportunidad de tener un Ministro del Interior de mayor peso político, más respetado por todos, de raigambre en la ciudadanía, algo más que un clon que actúa de operador político, pero que carece de aportes propios.
Siempre he pensado que figuras de la estatura de Bombal, tan importantes en algún momento para la UDI, son las que hacen falta en momentos como éste.
La próxima semana volveremos a lo que importa.