Me convocan dos hechos paralelos:
Uno. Incendio en el Hospital González Cortés, humilde Hospital pediátrico del área sur de Santiago, edificio hecho de agregados, como sencilla casa que crece a medida que crece la familia, sin plan, sólo por necesidad. Muy lejos de la sofisticada arquitectura hospitalaria de hoy.
No obstante, cuna y centro de trabajo de connotados y comprometidos especialistas que, con la camiseta puesta, en esas difíciles condiciones se esfuerzan cada día en dar la mejor salud a los niños a su cuidado. Al mismo tiempo bregan por un nuevo Hospital que les han prometido muchos, muchas veces.
Incendio en el González Cortés y sus médicos, incluso aquellos que están de pasada, en formación, a la hora que sea, se hacen presente. En las redes sociales se convocan y muestran con orgullo su pertenencia. Todos para uno…
Me equivoco, ellos no quieren un nuevo Hospital, sólo quieren un nuevo edificio. Ellos son el Hospital.
Otro. En la Asistencia Pública, en la popular Posta Central. Cien años saliendo al paso de la Urgencia. En donde la Emergencia es cotidiana y la sorpresa un componente natural, surge primero un rumor, luego corre una noticia que sorprende: la autoridad quiere sacar de su puesto a la Jefe del Servicio de Medicina la Dra. Campos.
Sacarla ahora, en invierno, en campaña de invierno, en un mundo de personas mayores, de escasos recursos y deterioradas redes de apoyo, con patologías que la vida ha ido sumando y no siempre ha logrado compensar, cuando Medicina es fundamental. Estas sorpresas son lo menos necesario. Aumentan una tasa de incertidumbre que ya está suficientemente elevada. Tensionan el clima laboral
Los cargos de Jefes de Servicio Clínico del Sistema Público de Salud en su gran mayoría han sido ganados por Concurso, son cargos Titulares, duran cinco años. Después hay que reconcursar.
En su origen, en el Servicio Nacional de Salud, todos los cargos eran por Concurso.
Se trataba de poner la Salud en la condición de tarea de Estado dejándola a salvo de los avatares de la lucha política por el poder. Fue en el período de la Dictadura, cuando no se movía ni una hoja… cuando todos los cargos pasaron a ser de confianza. El retorno a la democracia no corrigió este retroceso de inmediato, y aún no lo hace.
Llevó años conseguir que se concursaran las Jefaturas de Servicio Clínicos.
Que se concursaran las Direcciones de Hospital, más aún.
Miramos con esperanzas el Sistema de Concursos de Alta Dirección pero no fue todo lo que esperábamos. Las debilidades e insuficiencias del Sistema se muestran a diario.
Cuando la confianza política es la base de la selección es natural deslizarse hacia estilos de dirección excluyentes. De ahí al autoritarismo hay sólo un paso. La incertidumbre crece. El clima laboral se deteriora, el compromiso decae. La atención se resiente.
Dos situaciones críticas, dos Hospitales del mismo Sistema, dos respuestas diferentes.
Una orgullo y pertenencia, otra sorpresa, desconcierto, incertidumbre. Sería muy interesante que, quienes tengan el deber de hacerlo, estudiaran las causas de tan diferentes conductas. Les daría luces.
La atención de salud requiere de infraestructura, edificios, equipos, insumos. Pero por sobre todo, en condiciones de recursos limitados, requiere de voluntades, de equipos humanos motivados, comprometidos, dispuestos a dar lo mejor de si.
Para conseguir esto no basta con la confianza política. Es más, ese requerimiento puede ser el mayor obstáculo para conseguir ejercer el liderazgo necesario. Un aporte más para pensar en Alta Dirección en Salud.