“Imaginemos una nueva coalición “fue título de un artículo de Carolina Tohá, presidenta del PPD, publicado en La Tercera el 20 de junio. Tal ejercicio imaginativo puede ser útil si sirve para aclarar las intenciones de los partidos de la Concertación respecto de la posibilidad de seguir unidos o marchar cada uno por su lado. Como se sabe, algunos parlamentarios de la coalición han cuestionado abiertamente la continuidad de esta. El razonamiento de algunos de ellos es que la Concertación no está en condiciones de constituir mayoría por sí sola y, por lo tanto…hay que empezar por dividirla.
La Concertación, obviamente, es una asociación voluntaria. Los partidos que la integran tienen plena autonomía para hacer lo que mejor les parezca. Hace pocos días, el PRSD resolvió no sumarse al acuerdo del PS, la DC y el PPD de llevar una lista de candidatos a concejales de los 4 partidos concertacionistas y favorecer un acuerdo del conjunto de la oposición para llevar un solo candidato a alcalde en todas las comunas.
Los radicales proponen levantar dos listas, lo que implica repetir la desastrosa experiencia de 2008, cuando la presentación de dos listas concertacionistas implicó perder alcaldes y concejales. Mala señal de parte del PRSD, pero en fin, nadie puede negarle su derecho a explorar nuevos rumbos.
Carolina Tohá constató en su artículo que, respecto de la Concertación, se ha hablado de “ampliarla, cambiarle nombre, matarla, enterrarla y hasta suicidarla”, luego de lo cual sostuvo que la formación de un nuevo referente no dependerá de las palabras estruendosas, sino de definir “nuevas ideas y nuevos actores”. Afirmó que sigue siendo una necesidad el acuerdo entre el centro y la izquierda, pero a continuación propuso tres cambios para “hacer una nueva coalición”.
En este punto, cada palabra cuenta. Hoy, la Concertación está formada por socialistas, democratacristianos, radicales y pepedeístas.
Esas son las fuerzas que terminaron gobernando fructíferamente con la Presidenta Bachelet, cuya obra fue reconocida por la mayoría de los chilenos. Luego de la derrota presidencial, la Concertación se ha mantenido unida, pese a todo, y ha sido el contrapeso nacional del gobierno de Piñera. Un caso impresionante de disciplina concertacionista fue, sin duda, la elección de Guido Girardi como presidente del Senado.
¿Puede surgir una nueva coalición? Nadie podría negarse en principio a ello, pero es bueno precisar en qué se está pensando.
¿Cuáles son los cambios propuestos por Carolina Tohá?
En primer lugar, dijo, participación. Afirmó que cuando la Concertación partió “la gente estaba dispuesta a traspasar a los partidos la decisión de una gran cantidad de asuntos y apoyaban sin chistar la definición de candidatos, las negociaciones y el establecimiento de prioridades programáticas. Hoy es distinto y un nuevo conglomerado tendrá que transparentar sus formas de decisión,objetivar los criterios con que las toma e incluir a los ciudadanos en ellas”. El principio de la transparencia es encomiable, y lo lógico es aplicarlo no sólo a la coalición, sino en primer término a los partidos.
¿Están conformes los dirigentes del PPD respecto de la transparencia en sus filas, de la forma en que se toman las decisiones, de los procedimientospara designar los candidatos a parlamentarios?
¿Y qué decir respecto de la extendida percepción de que en ese partido existe un accionista mayoritario, que decide, impone y ordena?
El segundo cambio propuesto es una “invitación amplia a nuevos integrantes”. Es preferible que no haya equívocos. Suponemos que ella no sugiere que entren algunos y salgan otros.
Si se trata de nuevos integrantes, en el actual panorama la alusión habría que entenderla referida al PRO, de Marco Enríquez-Ominami.
Lo curioso es que éste no se interesa por integrarse a ningún frente que lo desdibuje, puesto que su “línea estratégica” es clarísima: ser candidato presidencial en cualquier circunstancia.
En realidad, ME-O podría ser definido como un “opositor a la Concertación”.
El otro invitado posible es el MAS, de Alejandro Navarro, que ha definido una línea realista de cooperación con la Concertación y desea conservar su independencia.
¿Y el PC? Todo indica que quiere mantener su compromiso con el Juntos Podemos y que, paralelamente, buscará preservar el acuerdo de colaboración con la Concertación, que le permitió obtener 3 diputados y debería permitirle conservar a sus actuales alcaldes. El PRI no cuenta, ya que no es una fuerza de oposición.
¿Cuáles nuevos integrantes, entonces? Aquí viene la novedad.El artículo postula“la inclusión de aliados de diverso tipo: partidos políticos nacionales, otros regionales, movimientos ciudadanos, grupos temáticos”.
¿Movimientos ciudadanos? ¿Grupos temáticos? Es esencial que todos entendamos lo mismo.
¿Se está proponiendo diluir la especificidad de la política en un conglomerado en el que los partidos se integrarían, por ejemplo, con organizaciones ambientalistas, sindicales, estudiantiles, feministas u otras?
¿De qué se trata? ¿De armar una asamblea que reste poder a los partidos, incluido el PPD?
¿De mezclar el mundo de los partidos con el mundo de las organizaciones sociales?
¿Y quiénes tomarían las decisiones? He ahí un verdadero ejercicio de imaginación.
Cosa distinta es que los partidos dialoguen con todo el mundo y se muestren receptivos a las propuestas que vengan de las organizaciones de la sociedad civil.
Nos imaginamos que no se trata de constituir una especie de consejo “consultivo” cuyos miembros tendrían que ser… ¡cuoteados por los partidos! Es mejor no enredarse en diseños pocos claros para los ciudadanos.
Es cierto que el crédito de los partidos es bajo y que la llamada clase política no inspira confianza (es muy alta, desgraciadamente, la desaprobación ciudadana al Senado y la Cámara).
Pero el camino no es camuflarse en una agrupación heterogénea. Lo que necesitan los partidos es abrirse a la comunidad, oxigenarse, renovar sus prácticas, poner coto a quienes hacen discursos a favor de la participación pero viven preocupados de controlar la máquina partidaria.
Esta no es una discusión sobre estructuras. Es sobre proyectos políticos. Y el punto de partida es la distinta valoración que existe en la élite concertacionista sobre la tarea cumplida por los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet.
Sería lamentable que la centroizquierda, para no ser tildada de nostálgica o conservadora, hiciera borrón y cuenta nueva de la obra que hizo posible que Chile diera un inmenso salto de progreso entre 1990 y 2010.
Ello no significa escabullir la autocrítica (¡vaya si se necesita!), sino conservar un cierto sentido de las proporciones. Por eso, no es precisamente afortunada la descripción que hace Carolina Tohá de la experiencia concertacionista de gobierno: “la norma del mínimo común denominador ya no basta. La Concertación partió como un encuentro de fuerzas muy distintas del centro y la izquierda, y con el tiempo fueron quedando en evidencia las áreas de acuerdo y de disidencia entre los aliados. Los gobiernos tuvieron el tacto de acotar su agenda, evitando conflictos que debilitaran su base de apoyo (…)Los temas conflictivos fueron quedando de lado y la convergencia de identidades diversas fue reemplazada por una identidad transversal más estrecha, con silencios y generalidades en las áreas sin consenso como educación pública y tantos más”.
Si no hubiéramos escuchado en otras oportunidades a Carolina Tohá, como diputada y ministra, hacer una defensa con convicción de la labor realizada por los gobiernos concertacionistas, nos quedaríamos con una impresión equivocada sobre su trayectoria y su disposición.
¿Mínimo común denominador?
¿Gobiernos preocupados de acotar la agenda para evitar conflictos?
¿Estamos hablando de la reconstrucción de las instituciones democráticas, de la reducción sustancial de la pobreza, de la promoción de la cultura de los derechos humanos, de la inserción de Chile en el mundo, de la reforma procesal penal, del plan Auge, del Chile Solidario, de la reforma previsional, de la promoción de los derechos de la mujer, etc.?
Se pueden criticar no pocas cosas a los gobiernos concertacionistas, pero Chile es respetado internacionalmente gracias a la tarea que cumplieron. La mención al pasar de las diferencias sobre la educación pública no es clara, considerando que fueron ministros de Educación Ricardo Lagos y Sergio Bitar, fundadores del PPD, y que ellos desplegaron una labor muy estimable.
El núcleo de esta discusión es si se impondrá o no el propósito de algunos grupos de aislar a la Democracia Cristiana, concebido como primer paso para hundir enseguida a la Concertación. Si se rompe el pacto de centroizquierda, se alejará por tiempo indefinido la posibilidad de ofrecer a Chile una alternativa de gobierno progresista.
Si la centroizquierda no extravía el camino, puede recuperar credibilidad y autoridad ante los ciudadanos, puesto que cuenta con un capital político y un patrimonio de valores muy respetables.
Por supuesto que necesita sintonizar con los tiempos actuales y decantar una propuesta programática para los años que vienen.
Esta debería orientarse a perfeccionar la democracia (terminar con el binominal, en primer lugar); profundizar las políticas de protección social; luchar eficazmente contra la desigualdad; articular el crecimiento económico con la protección del medio ambiente;combatir los abusos del mercado; elevar la calidad de la educación y la salud públicas, en fin, comprometersecon el desarrollo humano.
Ojalá actúe en tal dirección.
Es valioso que Carolina Tohá pida dejar atrás el lenguaje funerario para referirse a la Concertación.
En realidad, ese lenguaje ha correspondido a una línea de acción que,si consiguiera sus objetivos, sería celebrado como un gran triunfo por la derecha.