Sentí una gran satisfacción luego de leer la extensa entrevista al padre Felipe Berríos que publicó la Revista del Sábado de El Mercurio en su pasada edición del 11 de junio.
Luego del profundo desprestigio en el que ha caído la Iglesia Católica chilena en estos últimos tiempos (¿serán los últimos?), resulta muy reconfortante enterarse que todavía hay algún cura fiel a sus promesas e ideales. Esperemos que no nos defraude.
También es motivo de profunda satisfacción enterarse que un chileno lidera una exitosa labor en el extranjero procurando derrotar a tres poderosos enemigos de la humanidad: el hambre, la enfermedad y la ignorancia. Enseñando a pescar. No todos los éxitos chilenos tienen que ser en el ámbito de la industria, del retail o de las inversiones. También podemos exportar bondad, como el Padre Berríos, digno sucesor de otros jesuitas ilustres, auténtico modelo para tantos pedófilos. Esperemos que no nos defraude.
Ver a un cura con mameluco y bototos, sudando la gota gorda para ayudar materialmente al prójimo, me resulta mucho más enaltecedor que ver a un purpurado bendiciendo desde el púlpito con sus manos tersas y blancas, como dos celestiales palomas, adornadas por un pesado anillo de oro o sosteniendo un labrado báculo.
¿No será que ha llegado el momento de regresar a los orígenes de la fe católica?
Me parece mucho más importante plantearnos esta pregunta que la otra, tan recurrente en estos días, que dice: ¿Debe abolirse el celibato para los curas y monjas? Sin duda, la primera pregunta es mucho más trascendente. La otra es puramente biológica.
Volver a los orígenes, a lo sustancial, al verbo: amar al prójimo como a ti mismo: si tú no quieres sufrir hambre, enfermedad, ni ignorancia, ¿qué puedes hacer para que tampoco tu prójimo lo padezca?
A esta pregunta, el Padre Berríos respondió poniéndose un mameluco para ayudar primero a los sin techo de Chile y ahora a los más necesitados de África.
Esperemos que no nos defraude. Otros muchos ni siquiera han hecho el esfuerzo de plantearse la pregunta y acumulan grasa corporal arrimados a buena mesa y hablando cadenciosamente desde el elevado púlpito. Hoy eso no sirve. Eso no es verbo.