En una semana, se destapó un gigantesco escándalo en La Polar. Éste ha crecido como una bola de nieve afectando a miles de clientes, accionistas, cotizantes de las AFP’s y, poniendo en tela de juicio el rol de los organismos reguladores.
¿Qué es lo grave de todo esto?
Primero, que se perjudicó a miles de usuarios. Sus créditos se multiplicaron varias veces contra su voluntad. Los contratos contenían una cláusula abusiva a través de la cual se entregaba a un tercero, afín a la empresa, la atribución para suscribir repactaciones. Un ardid malicioso que la empresa debe echar atrás, compensando a los afectados.
Segundo, que se burló la fe pública, mejorando los balances de la empresa de un modo irregular. Se disfrazó la morosidad. Las cuentas atrasadas se convirtieron por milagro en pagadas. Al mismo tiempo, se aumentaron los activos multiplicando las acreencias a través de este mecanismo.
Como consecuencia, perdieron los accionistas y especialmente los trabajadores cotizantes de las AFP, pues éstas tienen un 24% de la propiedad de la multitienda, cuyos títulos valen hoy casi un 60% menos que hace algunos meses.
Este episodio ha dejado en evidencia una pésima fiscalización.
Ni el Directorio, ni las auditorías internas, ni externas, ni las clasificadoras de riesgo repararon en las anomalías. Se argumenta en que fue algo así como una “arrancada de tarros” de ciertos ejecutivos, que ocultaron y falsearon información.
Es difícil de creer.
Todos los operadores del mercado advirtieron durante 2008 y 2009 los riesgos de la audaz y expansiva política de La Polar, que aumentaba sus créditos y tarjetas en medio de la crisis financiera y el 2010 se denunciaban ya concretamente las repactaciones automáticas.
Sin embargo, nadie vio nada.
Los directores no se inquietaron por los balances; los auditores y clasificadoras no cuestionaron las carteras de créditos. Nadie ahondó en este verdadero milagro financiero de una tienda que superó la crisis ampliando sus colocaciones y minimizando la morosidad.
Todos miraban como el barco iba rumbo al témpano y nadie se preguntó cómo lo eludió.
Ahora cabe esperar que se compense a los clientes y se recuperen los fondos perdidos por las AFP y, por tanto, por los trabajadores.
Pero más importante, deben esclarecerse todas las dudas, determinar la eventual responsabilidad de los ejecutivos y del directorio de La Polar, de los auditores, de los clasificadores y de los organismos fiscalizadores.
La confianza se ha lesionado y se requiere máxima transparencia, celeridad y seriedad para recuperarla.