Lo que algunas personas no entienden es que no hay una verdadera controversia entre los “temas políticos” y los “temas que le interesan a la gente”.
Cuando la señora Von Baer lanza sus proclamas en contra de la Concertación (no hay que hablar mal de los enfermos), no sólo inventa como fruto de su frondosa imaginación, sino que derechamente miente, pues ella sabe que no hubo discusión alguna entre si acaso financiar a los partidos políticos o dedicar dinero a fines sociales.
Loable, pero natural, es el esfuerzo de Piñera de reunir a los presidentes de los partidos y mejor aun es que se haya dado libertad para debatir en un ambiente sin vetos ni condicionamientos.
Lo malo es que unos esperaban llegar a acuerdos y otros sólo comer en una mesa bien servida.
No hubo búsquedas de acuerdo y todos se portaron caballerosamente, comiendo con el tenedor que corresponde. Una parte, entonces, quedó satisfecha,pero no es posible lograr acuerdos en una sola reunión y menos si es tan “mediática”.
Porque ello parece hecho para otras cosas y no hay tiempo para lo fundamental de cualquier entendimiento: tiempo y transparencia. Cada uno debe estar dispuesto a entender los puntos de vista del otro, como una manera de acercarse, de objetivar, de subjetivizar, de disponerse a explicar y a comprender.
Parece un diálogo de sordomudos que son capaces de darse a entender por escrito. Cada uno funciona desde su imaginación, desde su íntimo deseo, pero no se topan los argumentos, ni los dichos.
Las reformas políticas son fundamentales pues con ellas se fortalece la democracia.Sistemas electorales justos, representación adecuada, responsabilidad de los representantes, espacios democráticos para que los ciudadanos participen, partidos políticos nítidos y sustentados en una poderosa democracia interna.
Esta larga lista, que no alcanza ni a la mitad de las reformas necesarias, abrirá las puertas para que los ciudadanos se sientan motivados a promover las soluciones a sus problemas, pues ellos serán reconocidos por el sistema y las propuestas deberán ser escuchadas.
Hay tantos absurdos en el sistema institucional, tantos enclaves autoritarios, que toda manifestación de la ciudadanía debe expresarse fuera de los canales normales y muchas veces es desvirtuada por la variedad de temas a tratar o por las acciones violentas que se desatan, ya sea por causa de un vandalismo delincuencial de carácter minoritario o por una desesperanza aprisionada en la imposibilidad de ser escuchado.
La democracia es un espacio de derechos y de deberes. Estos últimos se olvidan o se callan, pues a las minorías les conviene que sean pocos los que participen y los que votan.
Así, los gobiernos serán expresión de esas minorías y sus voceros o secretarios de estado se sentirán expresión de lo que la ciudadanía quiere, sin que ésta haya podido expresarse de verdad.
Todos queremos bienestar, trabajo, educación, salud, seguridad, medio ambiente adecuado, pero el contenido de lo que cada una de esas afirmaciones significa debe ser resuelto no por técnicos (menos aun por tecnócratas) sino por expresiones democráticas, para que luego sean esos especialistas los que traduzcan la demanda en acciones y operaciones.
Por ejemplo, ¿deberemos seguir invirtiendo en tanques? ¿Debemos preferir mejorar la salud?
Tal debate no se ha iniciado, no se ha expresado, no ha sido considerado.
No hay espacio democrático para ello. Por eso, las reformas políticas son urgentes y previas a cualquier otra discusión. Al margen de que el gobierno, con las leyes que tiene debe resolver los problemas y seguir actuando todos los días.