En ceremonia “cargada de emoción para los participantes”, Piñera convocó a la unidad nacional e invitó a un encuentro palaciego a personeros concertacionistas.
La Derecha tiene miedo. La Derecha no sabe enfrentar y resolver conflictos sociales en democracia.
Para la Derecha la exigencia de participación en los asuntos de interés público, expresada por miles de ciudadanos(as) en distintas zonas y ciudades del país, pone en serio riesgo la unidad y el futuro de Chile.
Para la Derecha el actual sistema político de representación de la voluntad popular es perfecto y no logra comprender qué ocurre, por qué la gente protesta, por qué sobre el 77% de la ciudadanía no se siente representada por la Concertación y un 67% no se siente representada por la Alianza de Derecha.
La Derecha no entiende por qué los estudiantes secundarios hacen huelgas y protestan en las calles, si sólo meses atrás acordó con la Concertación y aprobó en el Congreso su Reforma Educacional.
La Derecha mira asustada el creciente y masivo apoyo que suscita la “Causa Mapuche” entre los jóvenes.
Peor aún, la Concertación tampoco logra comprender por qué tantos(as) le rechazan cuando muchos años atrás le respaldaron.
Los connotados políticos concertacionistas que escucharon y acogieron el llamado a la Unidad de Piñera, saben que les sería peligroso participar en una marcha convocada por la ciudadanía; intuyen que no saben lo que quiere de verdad “la gente”; intentan descubrir quiénes y “qué intenciones “ están en la base de “estos movimientos ciudadanos “ de los últimos meses. Sólo saben que nada calza, que ya no tienen el control, que pareciera que ya no representan a quienes prometieron representar décadas pasadas.
Un fuerte viento recorre Chile.
Es la ira de cientos de miles que son extranjeros, extraños y excluidos en sus ciudades y territorios de la infancia, de la escuela y el sueño de la universidad, de la economía y el trabajo exitoso de algunos o, a lo menos, de un trabajo decente.
Es la ira de cientos de miles que asisten al espectáculo de destrucción de bosques, ríos y mares por la ambición desmedida de los empresarios con el aval del Estado, y se preguntan si tendrán planeta y país para su futuro, el de sus hijos y nietos.
Un fantasma recorre Chile; un fantasma que causa pavor a las alianzas políticas instaladas.
Los partidos y grupos de izquierda intentan comprenderlo y orientarlo, pero se les escapa de “su conducción”.
Un fantasma de rebelión ciudadana que desea reformular la democracia protegida de la dictadura y de la transición pactada.
Un fantasma que puede ser una gigantesca tormenta , que destruya hogares políticos hasta hoy seguros, que arrase con sistemas restringidos y “protegidos” de democracia, que obligue a transformaciones económicas y sociales demandas por largos años por muchos(as) y resistidas por unos pocos.
Piñera llama a la unidad para detener la tormenta. Para negociar con la Concertación y defender juntos “lo que tenemos”. Esa Unidad fortalecerá más la tormenta.
Un fantasma recorre Chile. Un fantasma que, por caminos, plazas, calles, campos, radios, facebook, twitter, youtube, rayados y panfletos, susurra y a ratos grita “nosotros también existimos, nosotros tenemos derechos, nosotros queremos y tenemos derecho al futuro, nosotros construiremos un nuevo Chile”.
Y yo observo con respeto, quiero comprender profundamente lo que está ocurriendo, y sé que debo contribuir con humildad a este anhelo de una democracia de verdad y de un país donde ninguno(a) de sus habitantes sea un(a) extraño(a), un(a) excluido(a).