La misma derecha y grupos conservadores que en materias económicas recurren como último argumento a la capacidad individual de las personas de elegir, en asuntos valóricos y de sexualidad privilegian las relaciones heterosexuales, cerrando el paso a un posible matrimonio homosexual, o bien, ofreciendo bonos que premien a parejas de más de 50 años de casados.
El mensaje es claro, las parejas homosexuales no tienen los mismos derechos que los heterosexuales. Pagan impuestos y votan, pero no pueden acceder a un régimen jurídico que asegure sus derechos a beneficios comunes en salud y previsión, a la herencia y a las compensaciones en caso de fallecimiento de uno de los miembros de la pareja, o por último, a su legítimo reconocimiento como una forma más de familia dentro de la sociedad chilena.
Pablo Simonetti ha dicho: “matrimonio igualitario o nada” (El mostrador, 25/05/2011), y tiene razón. No es justo que el matrimonio como institución civil, y no religiosa, sea privilegio reservado de algunos, y que las parejas homosexuales tengan que conformarse con un proyecto de ley de Acuerdo de Vida en Común, como si sus uniones requiriesen de un tratamiento diferenciado o un estatus de segunda clase. Si bien el Presidente Piñera no ofreció matrimonio homosexual, sí prometió legislar en torno a las uniones de hecho de parejas hetero y homosexuales. Sin embargo, hoy por hoy, esa oferta resulta inútil e insuficiente.
Luis Larraín, el rostro de la campaña de Piñera en esta materia, luego de criticar a la derecha y al gobierno por no incluir AVC en el discurso del 21 de mayo, este lunes 23 dijo en Cooperativa que creía que el gobierno iba a generar un proyecto de unión entre homosexuales, pero que este no sería con plena igualdad de derechos, pero que aún así sería un avance. De eso se trata entonces, ¿aceptar lo que se les ofrezca, quedarse con un reconocimiento formal, pero a fin de cuentas con migajas que reduzcan la condición de las parejas gay a uniones de segunda clase? Por tanto, ¿la sexualidad de una persona sería el límite y la posibilidad de sus derechos como ciudadano?
El gobierno no solo ha retrasado y postergado esa promesa de campaña, sino que los argumentos que se esgrimen para no legislar en torno al matrimonio gay son inconsistentes e ideológicamente limitados. Pues no hay argumento racional que sostenga que un matrimonio deba estar compuesto exclusivamente por un hombre y una mujer, mucho menos que la familia nuclear heterosexual sea la única forma de construir nexos afectivos y proyectos de vida a largo plazo. Como la sexualidad, la reproducción también es una opción, y por tanto, no es el vínculo natural entre familia y sexualidad. Las tradiciones, así como fueron inventadas pueden ser modificadas, el matrimonio gay no es para destruir la familia heterosexual, sino para dar la opción a que individuos con una opción sexual distinta puedan acceder a derechos conyugales.
La heteronormatividad que impone estructuras y relaciones sociales patriarcales, es la única forma de autoritarismo impositivo y violento que está en discusión cuando hablamos de derechos reproductivos de las mujeres o de matrimonio civil homosexual. El matrimonio gay es la oportunidad real de dar a los individuos la posibilidad de elegir como vivir su vida dentro de una igualdad efectiva ante la ley. No es materia de amor, ni tampoco de ser condescendientes con el amigo o familiar gay que se comporta dentro de los patrones sociales aceptados o impuestos por nuestras, a veces sutiles, formas de homofobia.
El matrimonio gay es sencillamente reconocer al otro como un igual, con la posibilidad real de ejercer libremente su voluntad y acceder a derechos.