Señor Presidente, señor ministro de Interior, señor ministro de Justicia, señores Parlamentarios católicos.
En una democracia desarrollada, ante los hechos descritos en el Evangelio, Jesús hubiera sido formalizado en menos de 24 horas y habría obtenido una pena remitida por este delito: “Hizo un látigo con cuerdas y los echó a todos fuera del templo con ovejas y bueyes, y derribó las mesas desparramando el dinero por el suelo”. (Jn.2, 15).
Pero con la ley antiterrorista chilena, se podría haber configurado la presunción de actos terroristas fácilmente con este testimonio de oídas: “Hemos comprobado que este hombre es un agitador… Está alborotando al pueblo y difunde su doctrina por todo el país de los judíos” (Lc.23, 2.5).
Jesús podría haber sido imputado por violación de carácter terrorista a un bien nacional de uso público, con atentado a la autoridad pública y daño a los bienes públicos, con lo que puede llegar a una pena de nada menos que 10 años. Pero eso no es todo, nuestros fiscales hubieran investigado con objetividad y así obtendrían fácilmente material para más imputaciones.
A Jesús en Chile se le podría haber imputado además por amenaza terrorista contra bien nacional de uso público por este testimonio de oídas: “Nosotros lo hemos oído decir: ‘yo destruiré este templo hecho por la mano del hombre’” (Mc.14, 58), obteniendo sin duda una pena de 10 años más.
Con interpretaciones forzadas se le podría haber condenado por amenaza de incendio terrorista por haber dicho: “Vine a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto quisiera que ya estuviera ardiendo!” (Lc.12, 49). Podría haber obtenido hasta 10 años más de cárcel.
Además, con los procedimientos de la ley antiterrorista chilena, Judas volvería a recibir dinero por su delación compensada: “Uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue donde los jefes de los sacerdotes y les dijo: ‘¿cuánto me darán para que se lo entregue?’. Ellos le aseguraron treinta monedas de plata y, desde ese instante, comenzó a buscar una ocasión para entregárselo” (Mt.26, 14-16).
Es por esto que, ante la falta de garantías para un debido proceso, al igual que Patricio, un joven mapuche de 17 años que pasó varios meses al descampado, Jesús también se habría tenido que esconder: “Jesús no podía volver a Judea porque los judíos estaban decididos a acabar con él” (Jn.7,1).
Al ser apresado, gracias a la ley antiterrorista, en Chile Jesús podría haber vuelto a ser torturado como Jonathan Huillical: “Los hombres que tenían preso a Jesús comenzaron a burlarse de él y a darle golpes. Le vendaron los ojos y después le preguntaban: adivina quién te pegó. Y lanzaban en su contra muchos otros insultos” (Lc.23, 64-65).
Así, Jesús en Chile, por la ley antiterrorista, a menos que se hubiera puesto en huelga de hambre, podría haber sido condenado a 30 años de cárcel. Pedro, por su parte, habría sido condenado al menos a 15 años por porte ilegal de armas y homicidio premeditado frustrado contra la autoridad: “Simón Pedro, que iba armado de espada, la desenvainó y le cortó la oreja derecha al siervo del sumo sacerdote” (Jn.18, 10).
Es por eso que nos preguntamos: el Señor Presidente, que nombra tanto a Dios, los ministros y parlamentarios católicos y evangélicos que apoyan o callan frente a la ley antiterrorista chilena ¿qué Evangelio leen? ¿En qué creen que consiste ser cristiano?
P. Francisco Bélec SME. Pastoral Mapuche de Santiago; Luis García-Huidobro SJ.; Lorenzo Morales C. Abogado de Luis Marileo y de familia Mendoza Collío.