El aviso del Presidente de la República el 21 de Mayo sobre la cartera de cultura no nos deja indiferentes. Sebastián Piñera anuncia que se implementará el “Ministerio de la Cultura y el Patrimonio”
En su momento, cuando se discutía sobre qué institucionalidad otorgarle a la cultura en nuestro país, y luego de extensos debates a lo largo de las regiones en los llamados “cabildos culturales”, se acordó crear un “Consejo” por su carácter consultivo y participativo de la ciudadanía.
A diferencia de un Ministerio, el Consejo plantea la implementación en su interior de consejos sectoriales formados por alta representación ciudadana. Esto sonó muy bien en su momento, bajo la lógica indiscutible que la cultura no se puede imponer sino que debe acordarse día a día .
Y así fue, se implementó a través de la Ley Nº19.891 promulgada el 31 de Julio del año 2003, hace ya 8 años, el “Consejo Nacional de la Cultura y las Artes”.
Ahora bien, estos ocho años nos permiten hacer un cuidado análisis de esta Institucionalidad Cultural y claramente la nota no es la mejor.
El Consejo de Cultura, si bien plantea en su espíritu un real ejercicio de participación ciudadana, en lo concreto no ha logrado convivir de manera madura y democrática con ese espíritu. Efectivamente se implementa un Directorio Nacional, un Comité Consultivo y un Consejo Sectorial en Audiovisual, Libro y Música. Sin embargo los Consejos Sectoriales no tienen carácter ejecutivo, los consejeros que representan los sectores deben inhabilitarse incluso para trabajar medio día en un cargo técnico en un proyecto que haya recibido en algún momento algún recurso del estado.
Esto finalmente incide directamente en la calidad representativa de los consejeros, ya que además no reciben honorario alguno por trabajar para el estado.
Finalmente los consejos sectoriales se han transformado en espacios de discusión doméstica, fuera de todo el espíritu inicial de la Ley que los crea.
Bajo este diagnóstico suena bien la implementación de una institucionalidad ministerial, pero cabe seriamente la preocupación sobre la participación ciudadana bajo la figura de un Ministerio. La cultura es viva, a diferencia de la otras carteras que pueden regirse estrictamente en base a estadísticas y metas numéricas, la cultura se debe únicamente a la ciudadanía. La cultura es ciudadanía. ¿Que nos van a proponer entonces para lograr este equilibrio?
La implementación de un “Ministerio de Cultura y Patrimonio” implicará además el desarrollo de una política Cultural Nacional, que necesariamente tendrá que comprometer entre otras cosas el “Fondo de Desarrollo Regional” que en la actualidad por ley debe invertir el 2% en cultura pero que sin embargo no dispone de una dirección coordinada con la política cultural vigente. Cada región a través de sus intendencias establece sus propios parámetros de cultura y así es como vemos recursos de cultura invertidos en iniciativas religiosas e incluso de luminaria pública.
Un Ministerio de Cultura implicará además un gran crecimiento en términos presupuestarios. No es posible cambiar de rango al actual Conejo Nacional de la Cultura y las Artes sin cambiar de manera importante su presupuesto nacional.
Es importante saber qué opinión tiene sobre esta propuesta presidencial el actual “Directorio Nacional” del “Consejo Nacional de la Cultura y las Ares” y que opinan los consejos sectoriales, “Consejo del Arte y la Industria Audiovisual”, “Consejo Nacional del Libro y al Lectura”, “Consejo de la Música”
Por último, desde el ámbito audiovisual, que dispone de recursos que provienen de otras entidades del Estado, resulta fundamental que si se establece un Ministerio, dichos recursos que en la actualidad significan un aporte sustantivo en la cadena de producción audiovisual, sean sumados y no restados del Estado.
En este sentido, suena coherente hoy seguir el ejemplo de países OCDE y se implemente bajo la tutela de un Ministerio el “Instituto del Cine y Audiovisual”.