Mucho se ha hablado en Chile en los últimos años acerca de la necesidad de renovar la política. Sin embargo, no ha existido un número importante de iniciativas concretas para lograr el objetivo y las pocas que se han presentado, no han prosperado.
En consecuencia, se puede concluir que no existe la voluntad real de hacer esfuerzos para renovar con “mayúscula” la política. Más bien ha sido un eslogan de campaña, finalmente vacío.
Uno de los argumentos que se esgrimen con mayor fuerza para no mantener en la agenda pública el tema de la renovación en la política, es que a la ciudadanía no le interesa y, muestra de lo anterior, es que en ninguna encuesta aparece como un asunto relevante o de interés.
El argumento parte de un supuesto erróneo y finalmente falaz. A la ciudadanía sí le importa la estabilidad económica e institucional del país dado de que su debilitamiento afectaría inexorablemente la vida de todos los chilenos por igual.
Por consiguiente, si la estabilidad económica e institucional del país dependiera de la renovación política, no cabe duda que esta aparecería como relevante en cualquier estudio o encuesta.
Pues bien, el punto es que la estabilidad de Chile sí depende, en gran medida, de la capacidad que tengamos como país de generar una renovación potente de la política en el corto plazo, donde se incorporen nuevos actores y nuevas ideas.
Otro argumento importante que se escucha con bastante frecuencia, es que las nuevas generaciones no muestran preocupación por los “asuntos” políticos y más bien son personas individualistas preocupadas de su metro cuadrado.
En forma peyorativa se les ha denominado la generación de los que no están ni ahí.
Nuevamente el argumento parte de estereotipos y prejuicios que ignoran la realidad, ya que hay un sinnúmero de jóvenes y no tan jóvenes que han volcado sus pasiones en el desarrollo de proyectos sociales y culturales con gran éxito durante los últimos años, probablemente, al no ver espacios reales de participación en el mundo político.
Por lo tanto, el deterioro y desprestigio real del quehacer político y la desconfianza de los ciudadanos hacía los partidos políticos tiene múltiples causas: malas prácticas, falta de transparencia, falta de democracia interna, entre otros.
Es de esperar que la inscripción automática y el voto voluntario, aporten algo a la tensión e incertidumbre que debe tener cualquier elección, y que nuestro sistema binominal ha impedido hasta ahora.
Cuántas veces hemos escuchado esa vieja frase que dicen algunos próceres, que en la política no se regalan los espacios sino hay que tomárselos. Sí, de acuerdo, pero en el esquema actual convengamos es muy difícil, por no decir imposible, que eso suceda.
Pedir que se modifique el sistema binominal a estas alturas es como predicar en el desierto, pero sin embargo se podrían consensuar ciertos cambios legislativos que vayan en la dirección correcta y propendan a la renovación, transparencia y competencia:
1.- establecer procedimientos que faciliten la constitución de los partidos políticos. Actualmente los requisitos para constituir un partido son muy engorrosos y finalmente favorecen a la no competencia.
2.- Limitación a la reelección en cargos de diputados y senadores.
3.- Primarias obligatorias para la elección de los candidatos.