Resulta sorprendente ver manifestaciones sociales como las convocadas estos días en contra de Hidroaysén. Estando a favor o en contra, no podemos sino alegrarnos del interés de miles de jóvenes por participar en decisiones políticas que atañen al extremo sur del país.
Sea aprobado o rechazado el proyecto en última instancia, constatamos que el tema ambiental quedó para quedarse. Esperamos que también se quede el tema de la desigualdad en la educación superior, aunque quizá mejor poniendo la mirada en los IP y CFT, más que en las universidades que exigen puntajes inalcanzables para los pobres.
Sin dejar de valorar eso, quisiera hacer un contrapunto con la desapercibida manifestación permanente de los mapuches en esta sexta huelga de hambre contra la ley antiterrorista.
El ritmo de movilización ha sido intenso en los últimos años: después de la huelga del 2006, hubo marcha todas las semanas durante tres meses en la huelga del 2008; tres meses más el 2010 para apoyar a los 34; y ya llevamos más de dos meses nuevamente con manifestación de cientos de mapuche todos los jueves en las calles de nuestras grandes ciudades.
Es un sacrificio grande para los mapuches de ciudad, muchos de los cuales viven con menos del ingreso ético, levantar estas manifestaciones de apoyo a sus hermanos en huelga de hambre, y lo hacen discretamente con la abnegación del que sabe que el costo real lo están pagando los que arriesgan la vida.
Salen de sus trabajos sin contarle a sus compañeros wingka, llevan grandes mochilas con sus vestimentas e instrumentos tradicionales, y silenciosamente se dirigen al centro de la ciudad donde se encuentran con los de su pueblo.
El contexto es muy distinto al de las manifestaciones por Hidroaysén. Los mapuches no cuentan con dólares para armar una campaña mediática como la de Patagonia Sin Represas. Para ellos el costo del teléfono, el internet y la locomoción no son temas menores.
A veces se saltan las comidas o recorren la ciudad entera caminando, como en el campo, para ahorrar.
Para financiarse, además del propio trabajo, los domingos realizan actividades en las que entre ellos mismos juegan palín, venden sopaipillas y comparten un mate o una cazuela.
Nunca he oído a un mapuche hablar de estos temas o quejarse. Están acostumbrados a la pobreza y todo se hace discretamente, por puro amor y orgullo de ser lo que se es.
La mayoría de las manifestaciones de los mapuches, sin embargo, no son en las calles de las ciudades wingka. En los últimos años son cientas las comunidades que se movilizan por todo el territorio donde no llegan los medios de comunicación. Donde sea, siempre está presente el sentido por el cual se hacen las cosas, se comienza y se termina con un ruego (llellipun) a ngenechen para que dé fuerza y cuide a los mapuches donde quiera que estén luchando por sus derechos.
Les causó gracia a los mapuches que saliera en los medios que carabineros realizaba detenciones arbitrarias, y se agradeció que ya no se vaya a usar bombas lacrimógenas. Esta causa ya cuenta con tres jóvenes muertos por carabineros, y el abuso de autoridad es cosa de todos los días.
También se consideran ecologistas los mapuches. Están condenados a 25 y 20 años de cárcel por defender el lago Lleu-lleu de las empresas forestales, que no solamente han depredado el territorio sino además han forzado la migración de miles de mapuche a la ciudad, desestructurando sus familias y obligándolos a integrarse a los barrios periféricos marginales.
La pregunta que muchos por allá tienen hoy es si, con el encarcelamiento de los líderes de la CAM, el lago Lleu-lleu será más fácilmente entregado a la explotación minera que amenaza contaminar sus aguas. Para evitar eso, los cuatro luchadores perseveran en su huelga de hambre.
Después de haber bajado cerca de 25 kilos el año pasado, tuvieron cuatro meses para recuperarse y hoy Héctor Llaitul, que el 15 de marzo pesaba 93 kilos, está pesando 72, Jonathan Huillical de 82 está con 63 kilos, José Huenuche de 68 está con 51 y Ramón Llanquileo de 72 kilos está hoy con 54.
Los dos últimos a partir de hoy y mañana quedarán hospitalizados. Todavía deben esperar dos semanas más para el día 3 de junio, cumpliendo 81 días en huelga de hambre, recibir la resolución de la Corte Suprema de anular o no un juicio totalmente irregular. El gobierno, no contento con no haber cumplido de buena fe su compromiso, para dificultar más las cosas ha pedido a la Corte, a través del abogado de Interior, que no anule.
Es cierto que los huemules de la Patagonia son en cierto sentido más “amigables” que los mapuches. No sabemos lo que piensan cuando dan vuelta la cabeza para mirarnos con sus ojitos tristes y echan a correr. En cambio la mirada firme a los ojos de un mapuche orgulloso cala hondo y hace sentir incómodo. Pero es necesario hoy que los jóvenes wingka salten esa frontera y hagan de alguna manera también propia la causa de los mapuches. De lo contrario, con los elementos que tiene esta causa, podemos estar caminando sin darnos cuenta a un conflicto étnico de largo aliento en Chile para las próximas décadas.
Para los jóvenes idealistas la invitación ¿Nos vemos en la marcha de los mapuches el próximo jueves?
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