Hace unos días, una serie de noticias me recordaron a mi querida abuela. Debo agradecer a quienes aparecen involucrados en estos eventos el hecho de, sin quererlo, haberme recordado a quien con tanto esfuerzo se ha esmerado, por muchos años, en enseñarme una serie de comportamientos, costumbres y tradiciones que, quienes no han gozado de una abuela cercana, han debido aprender de diferente forma o, peor aún, nunca lo han aprendido.
La probidad, según mi abuela, era una condición esencial de quienes querían emprender el “servicio público”, y ella decía que era la barrera que evitaba la corrupción.
En su lógica (debo aclarar que sus estudios formales se limitaban a lo que hoy seria 4to año de enseñanza media; “sexto de humanidades” dice ella con orgullo), quienes quieren ejercer un cargo de responsabilidad pública o social, tienen que comportarse “con rectitud de ánimo”, con “honradez en el obrar”.
Ella sostiene que desde esa perspectiva, “el servicio público” es -o debe ser- mucho más estricto que la acción privada y yo estoy, gradualmente, cada vez más de acuerdo con ella.
Primera Noticia: Los CORE (consejeros regionales) de la Región Metropolitana, han sido cuestionados por la Contraloría General de la República por una serie de rendiciones y situaciones irregulares: rendiciones de gastos que no están autorizadas: aperitivos alcohólicos, comidas, souvenirs y la no devolución de computadores y otros artículos entregados para cumplir sus funciones (en aquellos casos en que las funciones concluyeron).
Las explicaciones de los involucrados, entre los que se encuentran personeros de diferentes corrientes políticas, sexo, edad y -me imagino- credo religioso, resultan desalentadoras: “alguien no aclaró que los dineros ya fueron reintegrados” (todo esto luego de que la Contraloría General de la República, que tan buena impresión está causando, pusiera la situación en evidencia). Como si la “restitución” pusiera término a la falta.
Mi abuela hubiese concluido que es lamentable que esta situación se verifique en un grupo tan dispar de personas; ella de seguro preferiría que quienes incumplen las normas fuesen de una sola tendencia política, de un determinado credo o, por último, de un determinado género.
Esto, según la óptica de mi abuela es muy grave ya que se trata de servidores públicos, algunos de los cuales, según he leído, hoy ostentan cargos de mayor responsabilidad y relevancia que el de CORE regional.
Segunda Noticia: El Alcalde de Colina ha llegado a un acuerdo con el Ministerio Público y ha restituido 56 millones de pesos, con lo que sus responsabilidades en la acusación de cohecho que se tramitaba en su contra han desaparecido. Otro servidor público que aplica la palabra mágica: “restituir”. Si restituyo se acaba la falta. Debo aclarar que según la defensa del Alcalde, este es absolutamente inocente del cargo. ¿De qué forma se podría explicar que el Ministerio Público acepte este acuerdo si no fuese así?
Tercera Noticia: Dos de los acusados por el Ministerio Público de haber utilizado información privilegiada en el caso de la fusión de una conocida tienda de retail, han sido absueltos, comprometiéndose a hacer una donación de $15 millones de pesos a una institución de beneficencia y abstenerse de realizar transacciones a título personal de acciones de dicha empresa por un periodo de 12 meses.
En este caso la palabra mágica que termina con la culpa es “donación”. Debo aclarar que los $15 millones son entre ambos y no cada uno de ellos.
Querida abuela. Debo comunicarte que las posibles culpabilidades se extinguen: “restituyendo”, en el caso que se trate de servidores públicos o “donando” si se trata de entes privados.
Puedes ver que tus enseñanzas no estaban erradas; el límite o nivel en el actuar no es igual si se trata de un servidor público que si se trata de un actor privado. Gracias a Dios (como dices tú que siempre has sido agnóstica).