Cuando yo era chica, hace muchos años (pero no tantos), no existía un día especial para celebrar a las madres. Con el tiempo nos fue llegando esta costumbre americana, y nos empezaron a bombardear con spots publicitarios para conminarnos a celebrar a nuestras queridas madres.
Ahora da la impresión que si no echamos toda la carne a la parrilla ese día, somos las/os peores hijos del mundo. Así las cosas, tenemos que prepararnos con anticipación para el mentado día. Comienzan con la publicidad y el típico “todos los días del año deberían ser para ellas”, pero, por supuesto, acompañando el comentario con un regalo. Y no cualquier cosa; nos sugieren regalarles una TV digital, computadores, máquinas de fotos de última generación, Scaldossono, y lo peor que he escuchado en la propaganda: endeudarnos para cumplir como corresponde con ellas.
Aquí quiero detenerme, no es posible que nos hagan sentir culpables si no hacemos un regalo como los sugeridos,¡¡ endeudándonos!! Todo para demostrarles a nuestras sufridas madres que las queremos mucho y no las hemos olvidado.
Añoro cuando regalar una flor, una tarjeta diciendo cuánto las apreciamos y les agradecemos lo que han hecho por nosotros, era suficiente. Ir a verlas con un rico queque para compartir era lo importante. Para mí, tiene más valor este tipo de demostraciones y así se lo hago saber a mis hijas, para que no desbalanceen su presupuesto familiar en honrarme con ese tipo de cosas rebuscadas y caras que van a tener que pagar en “tres cuotas precio contado”.
En el colegio donde estudié, hacíamos “ramilletes de intenciones”, nos comprometíamos a no desobedecer, no pelear con nuestros hermanos, ayudar cuando fuera necesario y un sinfín de oraciones y jaculatorias dedicadas a nuestras madres en su cumpleaños y/o santos. Pero sobre todo, aprendimos a querernos sin restricciones de ningún tipo, sólo como las familias sabemos hacerlo, porque la familia es siempre el lugar donde nos comportamos tal cual somos y no tenemos que usar ninguna careta para ser aceptados. Ese es el valor que nuestra madre nos enseñó.
El amor, el cariño, la preocupación se demuestra compartiendo las alegrías y penas del día a día. Los invito a que celebremos ese día con este espíritu, fué el que mi madre me inculcó, y el que, a mi vez, he transmitido a mis hijas.
En lo personal dirigiré una oración a mi madre para decirle lo mucho que la quise, que la quiero y añoro todos los días de mi vida.