En Washington se puede apreciar y entender mejor el tremendo impacto en los norteamericanos de la captura y muerte de Bin Laden. Que el propio presidente Obama lo señalara a sus ciudadanos un domingo a las 11:30 de la noche, fue un acontecimiento sin precedente. ¿Por qué tal impacto? Porque el significado de este hecho es el equivalente al triunfo, aunque sea simbólico, en una guerra.
La guerra contra el terrorismo, declarada en 2001, luego del ataque a Nueva York y Washington, y la muerte de tres mil personas inocentes, abrió una década traumática para EEUU. Durante casi 10 anos, con todo su poder, no pudo localizar a quien organizó o inspiró ese ataque. Se embarcó en la invasión a Afganistán, donde supuestamente se escondía Bin Laden, persiguió gente por el mundo entero, abrió Guantánamo como prisión -desafiando al mundo y a su propia tradición y normas legales-, modifico la cultura y las practicas de seguridad en el planeta. Aprovechando el manto de impunidad que proveía este ataque aberrante, Bush invadió Irak, con el pretexto de la existencia armas de destrucción masiva y, en su defecto, para instalar y promover la democracia. Y los resultados han sido pobres.
La desaparición de Bin Laden traerá alivió a los deudos, que se agruparon de inmediato en las zonas donde murieron sus familiares y para quienes se cierra un ciclo, dará satisfacción a la gran mayoría de los norteamericanos y creará mayor confianza en la gestión de su gobierno. Y también habrá otras consecuencias nacionales e internacionales: el riesgo de represalia de una organización como Al Qaeda, que seguirá actuando y cuya capacidad de infligir golpes es desconocida; un eventual deterioro de las relaciones con Pakistán, la crítica a una acción de Estados Unidos en territorio de otros países.
Lo esencial, sin embargo, es el significado más profundo de este acontecimiento para el pueblo norteamericano. A mediano y largo plazo los efectos pueden ser positivos para EEUU.
Por un buen tiempo se ha venido advirtiendo que la llamada guerra contra el terrorismo es un concepto difuso, con un enemigo disperso que opera en las sombras y que ha desviado la atención de EEUU de los temas fundamentales de su futuro. Creo que los nuevos hechos pueden poner término a la estrategia de “guerra contra el terrorismo” y dar respaldo a una nueva orientación de la seguridad nacional, para encarar los nuevos y enormes desafíos.
EEUU se encuentra acechado por deudas ingentes, guerras inconclusas y costosísimas -en vidas y dinero-, crisis económica provocada por el cuasi colapso de su sistema financiero… Su educación y su infraestructura se encuentran debilitadas y amenazado su poderío económico por la competencia de nuevas naciones, como China.
Se pueden crear ahora circunstancias favorables para Obama. En los últimos años se ha gestado una aguda polarización política en EEUUU que ha paralizado muchas de sus iniciativas para superar las dificultades que se ciernen sobre su país. Ahora Obama podría lograr mayor racionalidad, en un debate interno que sorprende a un extranjero por su superficialidad, y acometer aquellas tareas necesarias para afianzar la base económica, tecnológica y la competitividad de la economía de Estados Unidos que, en definitiva, es la que sostiene su influencia internacional.