Hace diez años varias instituciones ligadas al trabajo con quienes viven en situación de pobreza y exclusión en nuestro país, iniciaron una cruzada por cambiar la imagen estigmatizada y colmada de prejuicios que buena parte de la sociedad chilena mantenía en relación a los pobres.
Flojos, tontos o ladrones eran epítetos que según diversos estudios de opinión de la época se usaban para referirse con frecuencia a quienes viven en situación de pobreza. Es por ello que entender el rol clave que juegan los medios de comunicación, el cómo estos comprenden las problemáticas que giran en torno a quienes viven bajo estas circunstancias y cómo tratan este fenómeno,es fundamental para cambiar la percepción que la sociedad tiene sobre este grupo de nuestra población.
Un trato paternalista o asistencialista seguro generará una imagen de dependencia y poca capacidad.
Entendiendo esto, fue como la Fundación Superación de la Pobreza, la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales y el Hogar de Cristo, dieron vida a la alianza Comunicación y Pobreza y dentro de este contexto al Premio Pobre el que no cambia de mirada. El objetivo principal es incentivar a los periodistas y medios de comunicación a que aborden las problemáticas de la pobreza con pleno respeto a la dignidad de las personas que viven en ella, reconociendo en estos a sujetos plenos de derechos y con potencialidades que van más allá de las carencias materiales en las cuales se desenvuelven diariamente.
A una década de iniciado el Premio Pobre el que no cambia de mirada, este 2015 el galardón recayó de forma unánime sobre el reportaje “Montupin, Morir Engrillado“, un reportaje de prensa escrita que con gran rigurosidad periodística fue capaz de mostrar la lacerante realidad que don Juan Montupin vive al interior de una cárcel en Valparaíso, permitiéndole al lector adentrarse en un mundo inhóspito, carente de condiciones mínimas de vida y en la que los derechos humanos -y por supuesto la rehabilitación- no son más que ideas alejadas de la realidad.
Trabajos periodísticos como estos le permiten a nuestra sociedad hacerse preguntas de fondo respecto a cómo estamos dando respuesta a una realidad de exclusión y marginalidad; a cuáles son las condiciones que estamos definiendo para aquellos que han cometido errores -o derechamente delitos- y si estas se enmarcan dentro del respeto a la dignidad humana y sus derechos; y por supuesto, la pregunta siempre vigente en relación a los desiguales escenarios de justicia que se observan en nuestra sociedad, dependiendo del nivel socio económico de quienes cometen un delito.
Pobre el que no cambia de mirada es una invitación a observar con otros ojos el mundo de la pobreza y también el de la riqueza, pero más que nada a que seamos capaces de mirar ambas realidades con los mismos ojos.