El Consejo Nacional de Televisión lanzó en 2014 la octava versión de su estudio sobre consumo de televisión en Chile, que tiene como objetivo “contar con información respecto al equipamiento mediático y a las prácticas de consumo televisivo, así como de la opinión pública sobre la televisión abierta, pagada y regional/local en Chile”.
Esta encuesta se realiza cada tres años y a partir de las últimas aplicaciones se han incorporado preguntas sobre uso de tecnologías distintas al televisor. De hecho, dos de los datos más significativos dan cuenta de un cambio en las prácticas con tecnología audiovisual.
1) Ha bajado el porcentaje de aparatos de televisión tradicionales (94,9% en 2011 a 76,6% en 2014).
2) Ha subido el porcentaje de computadores portátiles (55%) versus los computadores de escritorio (28,4%).
Los resultados de la encuesta apuntan hacia otros varios elementos interesantes, el primero de ellos es la migración entre pantallas. Es posible apreciar que, sobre todo el sector socioeconómico ABC1, se ha suscrito a servicios como Netflix, que complementan o sustituyen a la televisión pagada. Estos servicios ofrecen movilidad, una característica que parece ser apetecida por los televidentes, que renuncian a pasos agigantados a la televisión tradicional, anclada a un lugar de la casa.
Con migración entre pantallas no quiero decir que se abandone definitivamente ninguna de ellas, sino que las prácticas de uso las hacen converger. Por ejemplo, un alto porcentaje de encuestados (45% entre 16 y 25 años) chatea mientras ve televisión, por lo tanto usa al menos una segunda pantalla para conversar con otras personas durante su visionado. En el mismo segmento de edad antes mencionado, el 23% chatea o comenta en redes sociales sobre lo que está viendo en ese momento.
En cuanto a los informativos, uno de los datos más interesantes arrojados por la encuesta es que las críticas negativas a los noticiarios se concentran en la invisibilidad de ciertas noticias, el tiempo destinado a temas irrelevantes y el tratamiento sensacionalista de la información.
Un resultado negativo también tiene la percepción sobre la calidad de los contenidos para niños en general. En relación con lo anterior, es destacable que, si bien el consumo de televisión sigue siendo una actividad familiar, una de las principales dificultades que los padres distinguen para supervisar los contenidos que sus hijos consumen es que los niños ven televisión en la privacidad de su dormitorio, o donde ellos no les acompañan.
El porcentaje de visionado en solitario (en general) es alto. Un 34,1% del total de encuestados prefiere ver televisión sin la compañía de la familia y esto no atañe sólo a los niños y adolescentes sino a los encuestados en general.
Si bien la movilidad es una de las transformaciones que se está produciendo y con ella viene, hasta cierto punto, la posibilidad de hacer el consumo de televisión una actividad individual, sería interesante indagar cuáles son las mejores alternativas para ofrecer contenidos de calidad sobre todo a los niños y jóvenes, quienes superan las 3 horas diarias de visionado.
Otras cifras interesantes entregadas por el Consejo Nacional de Televisión son las que resultan de la pregunta “¿quiénes pueden mejorar la televisión abierta nacional?” y posteriores, porque expresan la confusión de los encuestados sobre su propia capacidad de decisión sobre la calidad de la televisión.
Creen que los cambios deben estar en manos del Estado y también en los canales, que deberían regular la calidad de su contenido. Solo en muy bajo porcentaje se manifiesta que es deber de los propios televidentes hacerse parte de estos procesos, aunque se apoya (según la encuesta) la regulación de los contenidos de televisión.
Ojalá pronto nos atrevamos a meter las manos en la masa.