El cierre de la serie de televisión “Los 80” pone sobre la mesa dos temas de discusión sobre la industria televisiva.
En primer lugar, y siguiendo las apreciaciones que los actores de la serie han compartido a través de la prensa, “Los 80” ha sido una buena forma de explorar un periodo difícil de la historia de Chile.
Esta producción, junto a“Los Archivos del Cardenal” y “Sudamerican Rockers”, dan cuenta de un intenso afán de los creadores de ficción por representar una época que marcó el camino del país en las décadas posteriores y que, con varios años de distancia, comienza a ser escudriñado con la intención de comprender cómo nos hemos formado y qué podemos esperar en los años venideros.
En segundo lugar, otra discusión no menos importante, pero sí más específica, se centra en cómo muta la industria televisiva chilena. El domingo en la noche no todos los fanáticos de la televisión estábamos frente a una pantalla siguiendo “Los 80” o alguno de los otros programas disponibles; muchos nos enteramos de las aventuras de la familia Herrera a través de Twitter, cuyos temas más destacados suelen ir de la mano de las producciones audiovisuales de más éxito, porque la conversación de sus usuarios lo provoca.
Yo misma seguí el final de la serie en Twitter y vi el desenlace de la serie en la página web de Canal 13 al día siguiente, después de buscar información sobre ella y de haber visto las reacciones de cientos de personas que comentaban en Internet su acuerdo, desacuerdo y hasta agradecimiento por los siete años de ficción de calidad ofrecida por los realizadores y el equipo de producción.
La industria televisiva está viviendo modificaciones a partir de la masificación de dispositivos que complementan el visionado de ficción.
Probablemente los motores de las historias siguen siendo los mismos: amor, engaño, culpa, búsqueda de felicidad, conflictos familiares (y un inmenso etcétera); pero la forma de compartir y de discutir sobre lo que pasa en la pantalla, así como también las formas de consumo, han variado.
Ya no es secreto que se necesitan nuevos mecanismos para medir audiencias, porque el rating no es suficiente. La empresa Nielsen en Estados Unidos es prueba de ello, pues integrará las conversaciones de Twitter a su medición del rendimiento de los programas de televisión.
Hoy el desafío de una buena producción de ficción, sea histórica o no, es pensar cómo hacer para ampliar su alcance a través de las redes.
No sólo replicando su contenido, sino ofreciendo alternativas para quienes están comentando en tiempo real sobre aquello que está ocurriendo en la pantalla y que solía ser tema de conversación al día siguiente. La conversación es ahora.