El promedio de duración de un programa matinal es de tres horas. Suelen ser el acompañamiento de fondo de muchos hogares en Chile. En las salas de espera de los centros de salud se ha cambiado la música ambiental (y las revistas) por la pantalla con el matinal del canal preferido de los funcionarios de turno. Los centros comerciales no son la excepción.
En estos programas se difunde todo tipo de información de utilidad para dueñas de casa: desde cómo mejorar la alimentación familiar, hasta cuáles son las aplicaciones femeninas de moda para usar en el celular. Así, con pequeñas cápsulas, móviles informativos en terreno y paneles de comentaristas, llenan el tiempo de transmisión y “acompañan”.
Bien conocido es su alcance e influencia en la población. Felipe Camiroaga dio sus primeros pasos televisivos en el Buenos Días a Todos de TVN y se transformó en figura emblemática, reconocido no sólo por su participación en los magazines AM, sino como ícono de la televisión chilena en general.
Dentro de la estructura de los matinales de televisión, es natural encontrar el repaso de las noticias más importantes de los diarios y de los propios noticieros centrales de cada uno de los canales.
La información elaborada por el área de prensa queda en manos de los comentaristas e invitados, quienes dan su opinión y plantean posiciones al respecto, incluso incorporando información nueva desde sus “noteros”, que suelen salir a las calles (generalmente de Santiago) a consultar a la gente su opinión. Cabe preguntar entonces, ¿hasta dónde logran influir las dinámicas editoriales de los canales en el tratamiento de dichos contenidos para asegurar su calidad?
Si se revisa el archivo de sanciones del Consejo Nacional de Televisión, nos encontramos con que muchas se refieren a contenidos informativos que han sido tratados de manera inadecuada en los matinales de televisión abierta. Esto último nos lleva de regreso a la pregunta anterior, ¿cuáles son los criterios utilizados por dichos programas para discutir en torno a esas noticias? La mayoría de ellas son discutidas en ambientes de conversación distendida, donde cada una de las partes opina libremente.
La misma opinión libre, aunque reflexiva, puede pedírsele a la audiencia de los programas, pero bien sabido es que la voz pública de un personaje reconocido (sea profesional de la información, actor o invitado al panel de conversación), influye profundamente en la percepción que los consumidores de televisión se informan de los conflictos, hechos y situaciones que son tratadas en esos espacios, y también interviene en su reacción ante ellos.
Las fallas del Metro, las actividades del Observatorio Contra el Acoso Callejero y las golpizas de personas que han tomado la justicia por su mano en Santiago, son ejemplos recientes de asuntos que pueden discutirse inadecuadamente en los programas de conversación matinal.
En resumen, los realizadores de matinales y sus rostros, al estar tantas horas en contacto con el público televidente, logran vincularse de una forma mucho más intensa que otros tipos de producción televisiva.
Esa conexión tan estrecha merece ser observada críticamente y con atención, porque sirve de referencia para posicionarse frente a los hechos que marcan la agenda noticiosa y, a fin de cuentas, permite la creación de identidad social.