Radio Monumental, 1998, algún mes del segundo semestre y tras mi primer día de trabajo el jefe convocó a una reunión en la vieja casona de calle Condell. Tras sentarnos en círculo empezó uno a uno a hacernos pedazos. No por nada en la academia era conocido como “Rajarte”.
“Vo’h hueón sabís menos que un palo de escoba… pero algo tenís. Te quedas”. Creo que de todo el lote fui el que se la llevó más pelada. Ese fue mi estreno con Ricarte Soto. Mi jefe.
Corte. Nuevamente algún mes, ahora de 2011. El fin de semana pasado me había tocado sostener para Cooperativa una transmisión especial producto de un apagón. De esas con los tambores clásicos, llamados de todo el país y una sensación que apretaba la guata de que todo el mundo te había escuchado. Conversaba un café con mi amigo Ignacio Pérez Tuesta en algún boliche de Providencia cuando de repente entra Soto. Gracias a sus participaciones televisivas, provocó que todo el mundo se diera vuelta, incluso algunos quisieron saludarlo. Se acercó a nuestra mesa.
“Esnaola, perdone que interrumpa su reunión, sólo quería saludarlo y felicitarlo por lo del otro día. Putas que le salió bien”. Sorprendido, me paro y lo abrazo: “Si no fuera por todas las puteadas tuyas que me comí, jamás la hubiera sacado adelante”.
Me dio un beso, se despidió de mi acompañante y se fue.
Siempre preocupado de sus cachorros, del orgullo legítimo que le provocaba ver a Juan Manuel Astorga en pantalla, del relato deportivo de Eugenio Figueroa, las crónicas de tendencias de Aida Worthington, el sonido perfecto de Oscar Carabante, la mano firme de Tatiana Mora en los informativos de Chilevisión y de tantos otros que forjaron su estilo de trabajo al lado de Soto. Y que a punta de atrincadas aprendimos a respirar periodismo.
Muchos me han preguntado por qué decidí en un momento hacer mi práctica en la Radio Monumental y no en otro medio más grande. La verdad es que no sé. No tengo respuesta. Pero sin duda gracias a ella aprendí más que en cinco años de escuela y me permitió llegar a una primera línea sin temores ni titubeos.
Yo soy un cachorro de Ricarte Soto y gran parte de lo que soy como profesional y como persona se lo debo a él. Te echaremos de menos, viejo. Pero ándate tranquilo. Nosotros estamos grandes y nos preocuparemos de manera personal de perpetuar tu legado.