Las protestas que conmovieron los mundos árabes, latinoamericano y europeo dejaron cuatro mil periodistas o blogueros asesinados, encarcelados o amenazados en 2011.
Como nunca comunicadores y audiencias estuvieron hermanadas por las restricciones a la libertad de expresión y los derechos de la comunicación. Todos fueron atacados.
En América Latina, pese a la existencia de gobiernos democráticos, una veintena de periodistas fueron asesinados. En México, tres netciudadanos sufrieron idéntico destino.
Las protestas en Egipto, Chile, Colombia, Wall Street o España pusieron en tela de juicio las instituciones de diversos países, pero también sus políticas sociales y económicas.
Los ataques a la prensa, que siempre constituyen un intento de silenciarla, abarcaron desde homicidios en México, donde varios periodistas debieron partir al exilio, hasta destrucción de material como hizo la policía chilena en las protestas estudiantiles.
A nivel global, las audiencias también fueron atacadas cuando buscaron expresarse en Internet, a través de las redes sociales digitales.
Según cifras de Reporteros Sin Fronteras, además de los cinco netciudadanos asesinados en 2011 en el mundo, hubo 199 blogueros y netciudadanos arrestados, 62 blogueros y netciudadanos agredidos y un total de 68 países afectados por alguna forma de censura en la red.
Incluso el gobierno conservador inglés evaluó interrumpir servicios como Twitter durante las protestas sociales y raciales de este año.
En Chile, La Moneda instauró un servicio de monitoreo de los debates en las redes digitales, para conocer las estructuras de los liderazgos en ellas. La iniciativa fue abandonada luego de que fuera revelada y criticada.
Más allá de las denuncias, a ratos impactantes de miles de afectados, la situación abre un debate sobre los derechos de la comunicación. Es decir, las potestades que las personas, colectivos y comunidades tienen para poder expresarse y construir sus discursos.
La necesidad de fortalecer las estructuras comunitarias de medios radiales, televisivos o digitales. La importancia de que existan medios públicos y no gubernamentales. La necesidad de la trasparencia como evidenció Wikileaks con sus miles de documentos filtrados.
En definitiva, la necesidad de que se entiendan los medios de comunicación como actores socioculturales, al igual que otras industrias culturales como el cine o la imprenta, deben ser diversos y plurales.
Que requieren contar con políticas públicas que promuevan en ellos el pluralismo y eviten las concentraciones propietarias y las barreras de acceso no a la información, sino principalmente a su generación plural, libre y democrática.
Sin libertad de expresión, no hay democracia. Pero la libertad de expresión es mucho más que defender un punto de vista. Es tener antes que nada condiciones de igualdad para expresarse.
La libertad sin igualdad es el privilegio, como decía Bilbao.