Chile posee más de noventa volcanes activos. A menudo, sus erupciones cubren de cenizas nuestro territorio y causan situaciones de emergencia como la que se está viviendo por la reciente actividad del Calbuco.
Estos eventos cambian la composición de los suelos, modifican nuestro paisaje, y alteran la vida de las personas, algunas veces con consecuencias catastróficas. Viendo el vaso medio lleno, el vulcanismo de nuestra geografía nos regala un potencial aún no explotado, la energía geotérmica, que podría satisfacer nuestras crecientes necesidades de consumo e, incluso, permitir la exportación de energía.
Es cierto que para explotarla se requiere de desarrollos tecnológicos y capitales de riesgo mayores, pero aún si sólo usáramos los recursos geotérmicos de baja entalpía (25ºC a 100 ºC) sería posible cubrir los requerimientos de calefacción del país, evitando el uso de la leña y de combustibles fósiles, con la consecuente disminución de problemas relativos a la calidad del aire y la acumulación de gases de efecto invernadero.
Los volcanes, más allá de proveer energía geotérmica, tienen y han tenido un rol muy importante en el sistema climático.Erupciones mayores como las Krakatoa (1883) y del Pinatubo (1991), han inyectado gases y partículas ricas en azufre a la estratósfera, evidenciando señales de enfriamiento planetario.
Por ello, se ha sugerido que una solución “mágica” para evitar el calentamiento global consistiría, justamente, en la inyección de azufre en la atmósfera. Pero la magia se desvanece rápidamente al considerar la gran cantidad de energía necesaria para inyectar azufre a esa altura, y al comprobar que este enfriamiento superficial dura sólo un par de años y no logra contrarrestar el efecto de calentamiento generado por el ser humano con el uso combustibles fósiles.
Si bien se ha puesto mucha atención en las grandes erupciones, las más moderadas como aquellas de algunos volcanes chilenos tienen otros impactos climáticos asociados a las emisiones fumarólicas.
Muchos de nuestros volcanes liberan, entre otras sustancias, grandes cantidades de azufre y, además, lo hacen a mucha altura. Por ejemplo, se estima que el volcán Láscar en el norte de Chile emite el equivalente a unas 14 fundiciones de cobre ~ 14 kgS/s, a más de 5000 m. Ese azufre inyectado en la atmósfera facilita la formación de partículas pueden alterar las características de las nubes, lo que tendría un impacto regional y hemisférico, el cual esperamos poder estudiar con más atención en el futuro.
Por ahora, el volcán Calbuco, y el aluvión de Atacama, nos recuerda la necesidad de prepararnos mejor para convivir junto a nuestra loca y maravillosa geografía.