Al igual que en otras partes del mundo, la preocupación ambiental en Chile se ha “carbonizado”.Esto quiere decir que el desempeño ambiental del país se traduce a cuántas son sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Ya sea por la contaminación industrial o por la deforestación, la moneda en que se transa el debate ambiental es en emisiones de carbono.
Por lo anterior, han surgido en el mundo diversas iniciativas para combatir el incremento de emisiones GEI. Iniciativas concertadas entre los países, como son las convenciones internacionales (Protocolo de Kyoto y el Mecanismo de Desarrollo Limpio), o bien iniciativas privadas asociadas a reducciones voluntarias de emisiones, como es el cálculo y reducción de la huella de carbono de distintos productos de exportación como son el vino, la fruta, la celulosa, entre otros.
El mercado voluntario a nivel global, donde se transan reducciones de emisiones, está muy activo y siempre se están buscando proyectos que permitan comprar certificados de reducción de emisiones.
La situación en Chile también es prometedora, somos uno de los principales países en Latinoamérica con proyectos MDL y ya se cuenta con una bolsa climática que transa reducción de emisiones. Todo esto a pesar de que los precios de los bonos de carbono han bajado sistemáticamente.
En el ámbito de la compensación ambiental a través de proyectos “verdes” es muy importante desarrollar una cultura ciudadana que reconozca los esfuerzos de las empresas por avanzar en indicadores de sustentabilidad.
Los esfuerzos voluntarios de reducción de emisiones o de mejoras en la sustentabilidad de sus procesos, finalmente buscan una “recompensa” a través de la preferencia de los consumidores por estos productos con atributos de sustentabilidad. De ahí la importancia de conocer cuál es el nivel de conocimiento que tienen los consumidores sobre las temáticas ambientales y las iniciativas voluntarias de compensación.
En este sentido, cuando a las personas se les consulta cuál es la mejor forma de reducir sus emisiones, o cómo reducir su huella de carbono, surge espontánea la asociación con los árboles. Plantando árboles responde la mayoría. Existe un valioso capital de reconocimiento del árbol como instrumento de captura de emisiones y compensación ambiental. Esta fijación de conceptos ambientales asociados al árbol pareciera no ser correctamente aprovechado por quienes son los encargados de la política forestal y ambiental del país.
El árbol en las políticas públicas ambientales
La plantación de árboles está internalizada en la población como la herramienta más atractiva y simbólica de combatir las emisiones de CO2.Mucho más atractiva que la reducción del uso de combustibles fósiles, ya que no le significa un cambio de hábito a las personas.
Pero junto con potenciar el papel de la plantación de árboles como herramienta de mitigación ambiental, es necesario avanzar hacia temas de más difícil aprehensión por parte de la población, como es la necesidad de plantar árboles para cortarlos.
A las personas les suena muy violento que cortar árboles sea ambientalmente positivo, sin embargo, lo es. Se debe avanzar en posicionar el concepto de que la madera es uno de los materiales más sustentables del mundo, neutro en emisiones de CO2 y por lo tanto beneficioso para el planeta.
Sus ventajas sobre el plástico, el aluminio, el cemento deben ser ampliamente difundidas y de ahí la necesidad de plantar y utilizar (cortar) los árboles para producir madera, siempre que sea a través de un manejo forestal sostenible, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con la leña en el sur de Chile. Estos conceptos requieren de más maduración por parte de la población, pero son esenciales para hacer de Chile un país más sustentable.
Queda mucho por avanzar para posicionar al árbol como una herramienta barata, cercana y atractiva de mejoramiento ambiental.
Sin embargo, se debe aprovechar lo ya avanzado, que es la internalización por parte de la población de que los árboles son agentes activos de captura de emisiones de CO2.
Trabajando sobre esta asociación que ya está incorporada en la cultura ciudadana, podemos avanzar hacia conceptos más complejos de interacción entre el árbol, la ciudad, los bosques y la sustentabilidad.