Para ponerlo en términos simples lo que ocurrió ayer con las resoluciones del Comité de Ministros sobre el proyecto Mina Invierno, la primera de las operaciones mineras que extraerán el carbón en Isla Riesco, es una señal evidente del trato y prioridad que recibe el medio ambiente en nuestra patria.
La votación se produce en la noche, a última hora de un viernes, se pospone durante semanas, se inhabilita un ministro recién elegido a minutos de votar, cunde la desesperación y finalmente el resultado es funesto. Es increíble, pero es lo que está ocurriendo.
Podríamos pasar días hablando de los nefastos efectos que este proyecto tendrá sobre la flora y la fauna de la zona. E incluso en ese sentido avanzamos, cuando es la misma ministra Benítez quien reconoce, que gracias a las reclamaciones quedó en evidencia un conjunto de incompletitudes de parte de los estudios que se realizaron en la etapa inicial de aprobación por parte del Servicio de Evaluación Ambiental finalizado en febrero.
Hace días la Contraloría emitió una declaración estableciendo que aunque el Presidente es uno de los principales accionistas de las empresas involucradas en el proyecto, su influencia sobre los ministros no es causal de conflicto de interés, y mucha gente se ha concentrado en ese punto. Pero la verdad, no es el foco.
No importa demasiado, porque finalmente lo que está en juego es una política de Estado sobre una materia que requiere atención urgente: compatibilizar desarrollo, generación de energía y sustentabilidad.
Entonces el problema de fondo es más profundo y solucionarlo cuesta mucho más.
Hoy la falta de respeto con la vida, el medio ambiente, nuestros recursos, con el desarrollo finalmente, es amplio y salvar esa brecha implica compromisos y convicciones que -lamentablemente- no se ven reflejados en los actos de quienes tienen el poder de tomar decisiones.
El carbón de Isla Riesco, de pésima calidad para la generación eléctrica y particularmente tóxico según diversos informes que han circulado, servirá para reemplazar hasta el 30% o más de la generación a carbón del país.
Con esto aseguramos la disponibilidad del principal responsable del cambio climático, la contaminación de territorios completos y el sacrificio de poblaciones que hoy deben convivir con termoeléctricas a metros de sus viviendas. Y peor, a bajo costo.
Una pésima señal para el futuro, para la inversión y para quienes hoy intentan abrirse camino con emprendimientos en energías renovables, que no son pocos por cierto.
Chile tiene alternativas, y la única razón para seguir dependiendo de este tipo de iniciativas sucias, contaminantes, es que nadie en mucho tiempo ha tenido la valentía de hacer una propuesta de fondo sobre la matriz de generación energética.
Hoy la ciudadanía ha debido organizarse para hacerlo, pero aún no existe pronunciamiento alguno respecto de los actuales lineamientos.
En el fondo, tiendo a creer, no es sólo el Ministro de Energía Rodrigo Álvarez quien se inhabilita para decidir sobre el destino del medio ambiente en el que vivimos, es el poder del ejecutivo para actuar de forma decidida en esta materia. Una lástima.
Yo confío en que será pronto el momento en que veamos la luz, y nos caiga la teja de que este camino no es el único y que no es necesario, y que hay muchísima más disposición entre empresarios, sociedad civil y expertos para dar el salto que Chile necesita.
Nosotros, en Greenpeace, no vamos a cambiar el rumbo y continuaremos trabajando con más fuerza para que ese otro Chile que hoy muchos claman, sea posible.