Además de la evidente desolación que se siente, a mi juicio, una vez vista la película,“Volantín Cortao” también provoca una profunda sensación de gratitud hacia quienes la hicieron posible, ya que se adentra de manera realista y directa, sin los estereotipos ni prejuicios típicos del tema, en un lugar donde la mayoría de los chilenos no desean fijar la vista: el diario vivir de un joven marginado e infractor de ley.
Digo gratitud por la valentía de sus realizadores en mostrar y a la vez acercarnos, casi como un documental, a la realidad de miles de adolescentes chilenos. Esto sin emitir juicios de valor ni críticas discursivas, tan sólo reflejando la cotidianidad de un chico entre su población, el centro del Sename donde cumple pena de Libertad Asistida, sus viajes y canciones en la micro, las fiestas con amigos y el ambiente delictivo en el cual se encuentra inmerso.
“Volantín Cortao” refleja esa cruda realidad de quienes, a pesar de los esfuerzos del Estado y sus instituciones, parecen tener un destino sin oportunidades de escapar a la exclusión social. Las diferencias entre clases y la imposibilidad final de coincidencias o empatías entre estas, revelan mundos muy distintos que conviven en una misma ciudad o país, pero al menos con la esperanza de una juventud curiosa, descontenta, que reflexiona y se atreve a traspasar las barreras impuestas por la sociedad actual.
Como directora del Servicio Nacional de Menores quiero expresar mis más sinceras felicitaciones a los directores Diego Ayala y Aníbal Jofré, a sus maravillosos protagonistas René Miranda y Loreto Velásquez, al Centro Semicerrado La Cisterna y su director Juan Claudio Ramírez (lugar donde se grabó buena parte del film) y a todos los responsables de una película que, si bien es ficción, se parece muchísimo a la realidad.
“Volantín Cortao” nos invita a mirar hacia sectores e individuos segregados socialmente, que nunca queremos ver ni reconocer, pero que siempre han estado ahí. Ignorarlos es la principal causa de esa segregación.