05 ago 2013

Las dos pobrezas

Hace sólo unos días el Papa Francisco hablaba de las dimensiones de la pobreza. En diversos discursos y prédicas durante su estada en Brasil, el Sumo Pontífice reclamó que queda mucho por hacer, pese a la preocupación de todos los políticos, para superar la pobreza material en que viven millones de personas en el mundo.

Sin embargo, lamentó que poco y nada se haga para superar la pobreza de espíritu que sufren miles de seres humanos, sin distinción de credo, raza o condición social.

En Chile la preocupación por años se ha centrado en satisfacer las necesidades materiales de las personas de más escasos recursos y, ciertamente, ha habido avances.

No obstante, como país no nos hemos abocado como debiésemos al enriquecimiento espiritual de nuestra gente y, lo que es peor, creemos que garantizando casas, altas cifras de empleo y crecimiento, no debiese haber mayores problemas sociales.

Lo hizo ayer la Concertación cuando fue Gobierno y se vanagloriaba de sus equilibrios macro; lo hace hoy la Derecha, cuando resalta con majadería las cifras de crecimiento y cesantía. Los chilenos hoy reclaman más, exigen más y ello, como bien lo dijo la ex Presidenta Bachelet, significa que ponerse la banda presidencial de ahora en adelante, será todavía más complejo.

Nuestros jóvenes en las calles demuestran desde hace tiempo que las políticas sociales deben girar un poco más profundo. No basta con más becas y créditos, porque lo que ellos claman es igualdad y calidad.

Algo parecido ocurre con la justicia. Aunque no se diga, nadie discute que el acceso a la justicia lamentablemente está condicionado por los recursos de la víctima o victimario, según sea el caso.

Un ejemplo, hace unos días junto a los diputados Rincón y Silver planteamos una arista más desconocida, pero no menos grave del caso SENAME: es la situación de cientos de niños que han sido alejados irregularmente de sus familias y recluidos en hogares.

Obviamente ello no le ocurrirá a una familia acomodada en Chile, pero si así fuese el escándalo sería inmenso, porque a la luz de los antecedentes que se manejan, bien puede hablarse de secuestro, por parte del Estado, de niños que nunca debieron salir de sus hogares.

¿Por qué entonces esos pequeños no están junto a sus padres? La razón es sencilla.Se juntan las dos pobrezas de las que habla el Papa Francisco y el resultado es un desastre de proporciones.

Por un lado, la pobreza material de los progenitores y, por otro, la pobreza espiritual de inescrupulosos que usan sus parcelas de poder en el Estado para retener niños en forma arbitraria, sin plazo, algunos sin mayor explicación que las condiciones sociales y económicas desmejoradas en que viven las familias víctimas de esta realidad.

Estamos en presencia de una clara violación de derechos humanos. Ni al más infame de los delincuentes en Chile se le priva del contacto con su familia o seres queridos, pero estos niños no pueden ver a sus padres durante años en la etapa de sus vidas en que más necesitan de ellos.

Un abogado que ayuda a madres y padres que enfrentan esta realidad, asegura que “ellos deben hacer esfuerzos sublimes para ir a visitarlos a los centros de acogida de menores. Por lo tanto, se les causa un grave perjuicio, no solamente económico, sino sobre todo moral y sicológico”.

¿Qué hace el SENAME frente a este problema que se conoce en los ya famosos informes del Poder Judicial y UNICEF? Nada. Ni siquiera anuncia una investigación para determinar dónde está el origen de un problema que no es inventado, que tiene víctimas de carne y hueso y que lacera el corazón de cientos de familias.

Como país no podemos hacer vista gorda ni esconder la cabeza como el avestruz.

Debemos demostrar la riqueza espiritual que demanda el Papa Francisco y actuar con el sentido de urgencia que amerita un drama de esta magnitud. Aún es tiempo.

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  • Benito Sebastián Cáceres

    Estimada Señora Rincón: Junto con saludarla me guastaría solicitarle una pequeña aclaración; en la frase (cito textual) “…la pobreza espiritual de inescrupulosos que usan sus parcelas de poder en el Estado para retener niños en forma arbitraria, sin plazo, algunos sin mayor explicación que las condiciones sociales y económicas desmejoradas en que viven las familias víctimas de esta realidad” ¿A quien se refiere en realidad?, creo que acusaciones de ese tipo deben ser fundadas y “con nombre y apellido” con la finalidad de que la ciudadanía pueda entender a qué o quienes se refiere cuando hace alusión a dichos inescrupulosos. Actualmente hago práctica profesional en Tribunales de Familia y dejeme decirle que, la separación de un menor de su hogar es la última medida que un magistrado toma y solo se da en circunstancias extremas, cuando a ojos del consejero técnico y del juez no existe otra situación que permita superar la situación de vulneración de derecho en la cual se encuentra el niño, niña o adolescente; por lo tanto su crítica recae directamente en en poder judicial y dudo feacientemente que algún magistrado quiera retener de forma arbitraria a un menor en un hogar. Creo que el cuestionamiento debe ir más allá, específicamente a las políticas públicas que se han implementado (o se debieron implementar) materia de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes. Cuantos Gobiernos desde 1990 se han preocupado de organizar un sistema de protección “decente”, en donde los recursos si alcancen para contratar profesionales de calidad, en donde la infraestructura de los hogares cumpla no con las condiciones mínimas, sino con los máximos para iniciar procesos de superación de la vulneración a la cuál los niños se han visto sometidos, en donde exista un sistema de contratación de personal con estándares de exigencia que permita tener a los mejores en las diferentes disciplinas… para ello hay que hacer una inversión desinteresada y eso es parte de una voluntad política inexistente en este país. Mientras los políticos han perdido el tiempo durante los últimos 24 años en materia proteccional muchos niños internados en hogares y que hoy ya son adultos han tenido que sufrir durante años lo que hoy observamos como una realidad. Espero que no sea solo tema de campaña y de verdad de una vez por todas las autoridades nacionales tomen cartas en el asunto y pasen de un discurso repetitivo a la acción transformadora. No espero su respuesta, ya que ninguno de los honorables ha respondido a mis opiniones (es más, ni siquiera creo que las lean) pero espero que mis palabras le sirvan a alguien para comprender que, junto con buscar responsables, también es necesario aportar con soluciones y ver la crisis como una oportunidad de cambio para así dejar de ser un país construído desde el déficit…

  • RuizMnica

    Es de suponer que en todas esta maquinación de retener a niños normales en hogares y mantenerlos alejados de sus padres existe de por ,medio DINERO . Como todo se debe de justificar debe existir algo de eso …. al tener un número determinado de niños estos se traducen en dinero que alguien aporta . Antes existían los internados con salidas los fines de semana para ir a sus casas ,gente humilde de campo que no tenían otra manera de que sus hijos estudiaran la enseñanza básica . Prestaban un buen servicio y con otro estilo de manera que los padres siempre veían a los hijos. Los hogares de menores de hoy responden a las condiciones económicas aún así no debieran actuar de esa forma , eso se ve como si actuaran a modo de reformatorio en donde se trataban a niños con problemas cuestión que no corresponde si estos niños tienen familia . Si hay algo que justificar con este sistema de hogares, que no sea de esa forma tan irracional . La familia está en su derecho de seguir en contacto con los hijos , a no ser que sea necesario por alguna razón bien ponderada , y por algún tiempo nada más.