No nos equivoquemos. Rusia, como cualquier otro Estado, tiene intereses estratégicos en Siria y el Oriente Medio. El régimen de Bashar al-Assad es el principal aliado de Moscú en la región, ya que le permite a Rusia una proyección naval al Mediterráneo (mediante el uso de la base de Tartús que anteriormente utilizaba la Unión Soviética desde 1971), y además, existen acuerdos ruso-sirios de cooperación en materia militar, energética e infraestructura.
Todo esto le permite a la diplomacia rusa tener un contrapeso ante el avance de los países occidentales en su área regional de influencia, ya que debemos recordar a propósito de la crisis en Ucrania, que el propio Presidente Barack Obama dio un discurso en Estonia (a sólo unos pocos kilómetros de la frontera con Rusia), asegurando que se dotarían de más efectivos y ayuda en dinero a la seguridad de sus aliados en Europa del Este. En otras palabras, Estados Unidos y la OTAN le estaban dando un mensaje implícito a Moscú para limitar su “expansionismo” en la región.
Pero más allá de los intereses, también es cierto que en la crisis de Siria, Rusia ha sido uno de los pocos países que ha contado con el beneplácito del gobierno local para actuar militarmente contra el Estado Islámico (ISIS) y los opositores al régimen, una situación de la que Estados Unidos, Turquía y las monarquías árabes del Golfo no se pueden jactar.
A la fecha estamos siendo testigos de “dos coaliciones”; por una parte, la liderada por Estados Unidos, Turquía y las monarquías del Golfo y la coalición liderada por Rusia, Siria, Irán e Irak por otra. En el papel, se supone que las dos coaliciones apuntan a combatir a ISIS y a otros grupos islamistas radicales. Sin embargo, persisten dos diferencias entre ambos bloques. Primero, la postura de cada coalición respecto a la presencia de los “rebeldes moderados” y segundo, respecto a la mantención en el poder del actual gobierno sirio.
En el caso de Estados Unidos y las monarquías del Golfo, la presencia de “rebeldes moderados” como el Ejército Libre Sirio (ELS) y otros grupos similares, son un elemento de ayuda en sus intentos de facilitar la salida del actual régimen. En tal sentido, se ha intentado brindarles apoyo militar, económico o logístico para el objetivo de derrocar al Presidente al-Assad. Sin embargo, aquí yace una inquietud que hasta la fecha, Washington y sus aliados regionales no han podido responder en forma convincente: ¿quiénes son los “rebeldes moderados” y cómo se diferencian en un escenario de guerra de aquellos que no lo son?
Desde nuestra perspectiva, si en algún momento realmente existió una “oposición moderada”, fue en los primeros meses del 2011, cuando las protestas se enmarcaron en la Primavera Árabe en una búsqueda por mayores aperturas de libertades civiles y políticas , pero aún en tal caso, fue por un período realmente breve. Ese momento ciertamente no es el actual, ya que como lo habrá reconocido el propio Vicepresidente estadounidense, Joe Biden, la oposición militar siria está dominada por ISIS, el Frente al-Nusra y otras células islamistas radicales, en la que los “rebeldes moderados” tienen una participación muy limitada.
Francamente, en un contexto armado como el de Siria, no se puede hablar con propiedad de un muro divisorio entre grupos islamistas y los “rebeldes moderados”.
Ya sea por coacción o simpatía, ISIS acostumbraba a tomar las armas, vehículos y pertrechos que eran enviados a los grupos anti-Assad, los cuales recibían el apoyo de las monarquías del Golfo y Occidente.
Actualmente, se cristaliza un conflicto no sólo en el teatro de operaciones, sino que también en los medios de prensa. Estados Unidos acusa a Rusia de que sus ataques “no son profesionales”, que unos eventuales ataques rusos apuntaron en ruinas de la arqueológica ciudad siria de Palmira, y que los bombardeos rusos han matado a un grupo indeterminado de civiles. Rusia ha negado todas esas acusaciones.
En cualquier caso, a luz de los hechos estaremos observando dos coaliciones actuando en forma separada, y que al menos en el corto plazo, no parecen mostrar indicios de unir objetivos, y es lógico: la presencia de ISIS en el Oriente Medio, es un actor funcional a la mayoría de los intereses de las potencias regionales o internacionales. Los grandes perdedores serán como siempre, los refugiados y los civiles que huyen del conflicto.