El 15 de mayo se cumplieron 67 años del inicio del holocausto palestino, que coincide con la creación del Estado de Israel, que a su vez constituye la causa directa de dicha tragedia.
En efemérides como esta, los defensores de Israel pretenden, como siempre, engañar al mundo planteando que éste es la única democracia del Medio Oriente, que es factor de progreso, pionero en empresas de vanguardia tecnológica y que su creación y desarrollo representan virtualmente un milagro moderno. Como guinda de la torta, afirman además, que cuentan con “el ejército más moral del mundo” (sic).
En resumen, cada 15 de mayo tratan de instalar la idea de un país modelo. Reconocen, eso sí, que tienen sólo una tarea pendiente: la consecución de la paz, hecho que por supuesto no sería de su responsabilidad, ya que enfrentan a enemigos irreconciliables, con un odio gratuito e irracional hacia Israel y con una tendencia patológica hacia la práctica del terrorismo.
Al respecto, me parece que vale la pena señalar que si se pregunta a los palestinos, tanto a los que viven en Israel, bajo su ocupación militar en los territorios ocupados ilegalmente, a los que viven en la diáspora o como refugiados, su opinión será diametralmente opuesta: los primeros viven como ciudadanos de categoría inferior a los judíos israelíes, con la excepción de los falashas o judíos etíopes, pues se les discrimina negativamente en sus derechos por no ser judíos. De hecho, más de 50 leyes a favor de estos últimos consagran dicha discriminación.
Por otra parte, quienes viven en los territorios ocupados militarmente en Cisjordania, saben que en cualquier momento pueden ser encarcelados indefinidamente, sin derecho a juicio, humillados, agredidos, expropiados, expulsados o asesinados por el ejército de ocupación.
Los habitantes de Gaza viven desde hace más de 8 años bajo un bloqueo inhumano por aire, mar y tierra y expuestos periódicamente a ser masacrados por los bombardeos del ejército israelí que dentro de toda su moral no han aprendido a diferenciar un hombre armado de un bebé.
Como si fuera poco, 7 millones de refugiados palestinos son testimonio viviente de la tragedia desatada en 1948 con la creación del Estado de Israel, fecha en que la mitad de la población palestina fue expulsada por la fuerza o se vio obligada a huir para salvar sus vidas y no quedar bajo los escombros de las más de 500 aldeas arrasadas por estos prodigios democráticos.
Cabe destacar que hasta el día hoy, la potencia ocupante no les permite retornar a la tierra a la que han pertenecido…desde siempre.
Así las cosas, desde la perspectiva de los palestinos y de los hombres y mujeres amantes de la libertad, la democracia y los derechos humanos, aplicar el apartheid, la limpieza étnica, violar sistemáticamente los derechos humanos y el derecho internacional, colonizar territorios ajenos y masacrar población civil cada cierto tiempo, no son atributos propios de una democracia.
Decenas de condenas de la ONU por ignorar sus resoluciones y por sus políticas contra los palestinos, dan cuenta de estas transgresiones. Jamás en la historia conductas de ese tipo han conducido a la paz y menos aún, cuando se pretende obligar al pueblo ocupado a negociar un territorio que el ocupante cercena cada día con nuevas colonias ilegales.
De más está decir que, en estas condiciones, no podemos compartir la visión de los agentes de Israel esparcidos por toda la tierra, ya que sabemos de sobra que ninguna democracia puede levantarse sobre el genocidio y la expropiación, como es el caso de este milagro occidental.
Estamos convencidos que más temprano que tarde tendremos paz, pero solamente cuando el mundo logre percibir y se convenza que las políticas que se han aplicado en Palestina, en nada se diferencian, tanto en su inspiración, su ejecución y sus resultados, de la aplicada contra los judíos por la Alemania Nazi.
Si a alguien aún le quedan dudas, basta con que se remitan a parte de las declaraciones de la actual ministra de Justicia de Israel, durante el ataque a Gaza en 2014, Ayalet Shaked, en referencia a la población civil de Gaza: “Todos son combatientes enemigos, y su sangre debería estar en todas sus cabezas. Ahora, esto también incluye a las madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Deberían seguir a sus hijos, nada sería más justo. Deberían ir, como deberían irse los lugares físicos en donde criaron a las serpientes. De otra manera, criarán más pequeñas serpientes ahí”.
Nadie puede negar que declaraciones como ésta, incluso podrían llegar a opacar por débiles, las imágenes de perversidad de que gozan Joseph Goebbels y Adolf Hitler.