18 dic 2014

EE.UU. y Cuba, una nueva página abierta

El cambio de las relaciones entre Cuba y EE.UU. era una noticia que hizo esperar. El tiempo había dejado congelada una fotografía anacrónica de la época de la guerra fría, como si el mundo permaneciera estático y no cambiara aceleradamente en forma muchas veces imprevisible.

Las dos veces que he estado en Cuba tuve esa indefinible sensación de entrar en los años 60: los autos, los edificios, las costumbres, los esquemas políticos, la televisión. En síntesis, un proceso que  fue de vanguardia, se anquilosaba a ojos vista. Las novelas de Padura nos introducen en los intersticios sociales de ese inmovilismo, tanto a través de la mirada de su personaje detective Mario Conde, como en las obras más directamente política sobre Trotsky y Mercader, y sobre la persecución de los “herejes”, personificados en los judíos que huyen del nazismo y pretenden desembarcar en la isla.

Cada vez que me tocó tratar el tema cubano en los EE.UU. encontré una actitud cerrada, casi ciega, como si les costara reconocer sus errores. Algo muy distinto, por ejemplo, a su actitud frente a Vietnam, país con el cual colaboraban política y económicamente luego de haber perdido una guerra cruenta e injusta. Pero la consigna con Cuba era un rotundo “no” a cualquier medida que pudiera ser interpretada como apertura.

Se dice que en ello influía el lobby cubano y el peso electoral que esa comunidad de exiliados e inmigrantes tiene en Florida. Pero se percibía en esa actitud cerrada de las autoridades norteamericanas algo más, un factor adicional al mero realismo geopolítico o electoral, como si quisieran castigar la rebeldía de la isla, su desenfado político, su desafío nacionalista que hunde sus raíces en Martí, pero que sin duda se expresa en la figura de Fidel.

Por años todo permaneció igual: cada uno en su trinchera. En tanto, desapareció el comunismo y el escenario internacional se cargó de nuevas amenazas provenientes del fundamentalismo islámico. El ALBA fue como el canto del cisne: la ilusión de un cambio radical, que sin embargo no siguieron ni Bolivia, ni Ecuador donde la moneda sigue siendo el dólar, ni Nicaragua donde el gobierno mantiene una estrecha alianza con los empresarios. El problema se  plantea con el mejor alumno del curso, Venezuela sacudida como está por una crisis económica, social y política de envergadura, y donde algunos  líderes de oposición y estudiantiles siguen presos por motivos de conciencia.

El anuncio simultáneo del cambio de hoja en La Habana y Washington, pone fin al anquilosamiento de un esquema de relaciones anacrónico. Por fin se mueven las piezas en el tablero. Ahora podrán enfrentarse los problemas reales, una vez que concluya el proceso de normalización, termine el embargo y la sociedad cubana se abra al mundo.

Esta nueva situación tendrá un influjo positivo en toda América Latina. No es una casualidad que horas después de darse a conocer la noticia, las FARC decretaran un cese unilateral de hostilidades, lo que da un nuevo impulso al proceso de paz en Colombia. ¿Sería posible esperar cambios significativos también en Venezuela?

El tema estaba, en todo caso, en la agenda de conversaciones que por largos meses cubanos y norteamericanos mantuvieron en Canadá con una labor mediadora del Vaticano. No hay que pasar por alto que el actual Secretario de Estado, Cardenal Pietro Parolin viene de desempeñarse por varios años como Nuncio en Caracas.

Sería necesario que en este nuevo cuadro se cerrara definitivamente la cárcel de Guantánamo y las personas allí detenidas, que han sido sometidas a tormentos y torturas, pudieran recuperar la libertad. Muchos países – entre ellos Chile – deberían abrir sus puertas para recibirlos, como hizo el presidente Mujica en Uruguay.

Más que preguntar quién gana y quién pierde, lo que importa es mirar con esperanza una página nueva que se abre en la relación entre EE.UU. y Cuba, una página todavía cargada de incógnitas, pero también preñada de futuro donde deberá primar la colaboración, los derechos humanos, las libertades y el dinamismo económico.

El pasado ha quedado definitivamente atrás y la guerra fría ha sido desterrada de nuestro continente.

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