En su reciente gira de una semana por tres países africanos (Sudáfrica, Mozambique y Angola), la presidenta Michelle Bachelet declaró que nuestro país va a respaldar en octubre próximo la candidatura angoleña para ocupar, por el período 2015-16, uno de los puestos no permanentes en el Consejo de Seguridad.
El anuncio quedó relegado a un segundo plano de la noticia a causa de los acuerdos en materia comercial y de cooperación que se suscribieron en la gira, más unas polémicas declaraciones alusivas a las lecciones que podemos rescatar de la experiencia angoleña en materias de integración femenina a las actividades parlamentarias, siendo un país con pobres indicadores democráticos.
Sin embargo, atender el citado respaldo sirve de caso para ofrecer algunos detalles -no siempre conocidos- del procedimiento de candidaturas ante el máximo organismo del Sistema de las Naciones Unidas (ONU), encargado de velar por la paz y seguridad internacionales.
Primero, hay que recordar ciertos elementos relativos a la composición del Consejo de Seguridad. Lo más conocido es que los quince miembros que lo componen se dividen en:
a) Los cinco que gozan un puesto de carácter permanente (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) y con poder de veto (ninguna resolución puede ser aprobada si al menos uno de ellos vota en contrario).
b) Los diez puestos reservados para miembros no permanentes, los que duran dos años y cuya composición se renueva por mitades de manera anual a través de elecciones celebradas en la Asamblea General de la organización, donde los 193 Estados miembros tienen derecho a un voto. Para resultar elegida una candidatura, ésta debe conseguir por lo menos una mayoría de dos tercios de los sufragios.
El segundo elemento del proceso apunta a que los nuevos integrantes del Consejo son elegidos de acuerdo a criterios proporcionales de representación regional. Así tenemos que los 193 países miembros se dividen en cinco grupos geográficos –África, Asia-Pacífico, Latinoamérica y el Caribe, Europa Oriental y Europa Occidental-, los que tienen un número exclusivo de puestos no permanentes, definidos fundamentalmente en razón de la cantidad de miembros que componen el bloque.
Por ejemplo, mientras el grupo africano (54 países miembros) y de Asia-Pacífico (53) tienen derecho a elegir tres representantes no permanentes, Latinoamérica y el Caribe –al cual Chile pertenece- sólo cuentan con dos escaños.
La justificación del arreglo por grupos regionales opera para todas las elecciones de los consejos ONU, y su justificación se basa en que se asume que las mayores afinidades e intereses se dan entre aliados regionales y, conjuntamente, permite a los órganos de la ONU configurarse en torno a una cantidad más acotada de participantes, lo que en principio mejora la eficiencia sin dejar de lado la representatividad de los países miembros que se quedan fuera.
Aunque la afinidad al interior de los grupos no necesariamente es una cualidad permanente, sí define mucho del trabajo tras bambalinas en la ONU ya que es al interior de estos grupos donde se discute y negocia internamente antes de lanzar cualquier propuesta o conversación fuera del bloque, incluyendo el tema de las candidaturas.
Un tercer detalle tiene que ver con los criterios de designación de candidatos al interior de los grupos. En la evaluación de las intencionesno sólo influye que éstas se comprometan a ser un buen representante del interés regional y el asegurar que se trabajará en pos de la misión de la organización y casi al mismo nivel, se consideran factores pragmáticos tales como el compromiso de apoyos cruzados a otras candidaturas a futuro; la rotación de la mayor cantidad de miembros posibles en el puesto y/o el nivel de contribución al presupuesto de ONU.
Volvamos al caso de Angola. Este año al grupo africano sólo le toca renovar uno de sus tres asientos: el que deja Rwanda el 31 de diciembre.
De momento, el país visitado por la presidente Michelle Bachelet es el único que ha manifestado su intención en competir por el puesto del grupo y probablemente ningún contendor salga a competirle.
¿Una deficiencia del sistema? Al verlo bajo el prisma democrático es evidente que estamos ante un problema, pero a casi tres meses de la elección esta situación de igual número de candidatos y cupos es más recurrente de lo que se podría pensar.
Basta con recordar la candidatura chilena el año 2013 y su exitosa campaña diplomática para persuadir a potenciales contendores para el cupo que liberaba en ese entonces Guatemala. Este año tal situación de un cupo-un candidato puede volver a ocurrir si tenemos en cuenta que Venezuela es, de momento, el único país de la región que ha indicado su interés por tomar el puesto que dejará Argentina.
Al revisar la prensa angoleña que cubrió la noticia es posible rescatar otro dato interesante.Comparado con las notas publicadas en Chile se percibe una ligera pero relevante diferencia en la manera de comunicar el mensaje entregado por Santiago: Chile no estaba anunciando nada nuevo, sino que reiteró un respaldo que habría sido entregado el año 2013, muy probablemente durante el proceso de promoción de nuestra candidatura al Consejo de Seguridad.
En aquel entonces nuestro país consiguió el exitoso endoso de los 54 países africanos, seguramente convenido a cambio de apoyos a futuras candidaturas y otros acuerdos. En materia internacional se suele decir que lo pactado obliga.
Por último, queda señalar que el apoyo chileno no ha sido el único que ha recibido Angola en el camino. El año pasado ya anunció respaldos de China, Rusia, los ocho países Comunidades de Países de Lengua Portuguesa (que incluye a Brasil y Portugal), más los quince países miembros de la Comunidad de Desarrollo de África Austral, organización que lidera Sudáfrica. Tenemos entonces un candidato convencido y que ha sabido convencer.
Esta breve revisión del caso no busca esconder los preocupantes flancos débiles del proceso, pero para solucionarlos primero hay que reconocer el campo en el que se maniobra: los organismos intergubernamentales como las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad son en su esencia instancias políticas.
Y cuando una institución como ONU opera bajo criterios de selección corporativa (en este caso de tipo geográfico), favorece desproporcionadamente algunos países, o asegura la nominación de otros con discutibles credenciales gracias a compromisos de apoyos cruzados, lo que hace es generar dudas de credibilidad pública.
Y eso, a la larga, afecta su capacidad para cumplir el mandato entregado por sus miembros.