En un notable hecho diplomático, el Papa Francisco ha logrado reunir en Roma a rezar por la Paz, a los Jefes de Estado de Israel, Simón Pheres, y de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, en una iniciativa moral y política sobresaliente que indica que aún en las circunstancias más difíciles, cuando aparecen cerrados todos los caminos, siempre va a ser posible y necesario la búsqueda del entendimiento y el acuerdo para hacer prevalecer la Paz, la dignidad del ser humano y los derechos fundamentales de los pueblos y las naciones.
Respaldo con entusiasmo la decisión del Papa Francisco de reimpulsar el diálogo que permita retomar el proceso de Paz. No ha pedido la sumisión de ningún protagonista, sólo una señal profunda y potente que indique una voluntad sincera, que aune los espíritus en ambos pueblos.
Apoyar esta nueva posibilidad es para mí un compromiso como socialista, debido a que se afirma con ello el núcleo fundacional del humanismo socialista y de los humanismos con el convergentes, es decir, el humanismo cristiano y el humanismo laico racionalista, cuya misión primigenia es que prevalezca la razón por sobre la sinrazón en las enormes encrucijadas que tiene ante si la civilización humana.
La confrontación en la tierra de Palestina ha constituido uno de los focos más agudos de tensión en las relaciones internacionales, ha fomentado el militarismo y la intolerancia, en diversos países del Medio Oriente crueles dictadores lo han usado como excusa para perpetuarse y, en las mismas ciudades israelíes brutales actos de represión han aplastado a decenas de miles de manifestantes.
Esa vía, la de la confrontación ha agravado la situación y alejado el acuerdo que se requiere. En el clima de guerra han ganado los halcones, el terror y el muro de la división a perpetuidad, en una misma tierra de dos pueblos que tienen una perspectiva que sólo los hará libres si son capaces de compartir.
Es la hora que se reconozcan definitivamente dos Estados, Israel y Palestina, como dos realidades inamovibles en esa parte del mundo.
La fuerza y audacia del Papa Francisco han generado un hecho de vastas proyecciones que debiese germinar en un futuro de Paz, tan esencial para el porvenir del ser humano.