Los que gozan de fortuna saben cuidarse de un nuevo rico. Para ellos, los millones – en dólares o euros – no bastan para aceptar de la noche a la mañana a un nuevo miembro en su exclusivo grupo. Y Dios ampare al nuevo rico que haga ostentación de su poder económico. Ese desliz no se perdona tan fácilmente.
Rosalía Mera, la mujer más rica de España, y que hasta su repentina muerte ocupaba el puesto 66 en la lista de millonarios de la revista Forbes, tuvo la capacidad suficiente para no dejarse tentar por la notoriedad y el lujo, premisa que cumplió hasta hace unos días cuando un derrame cerebral acabó con su vida.
Ella y su ex marido, Amancio Ortega, fueron artífices de un imperio textil – INDITEX- que no conoce crisis. Zara, su empresa bandera, está presente en todos los continentes .De acuerdo a los resultados, seguirá creciendo mucho más.
Los medios de comunicación españoles, repetitivos hasta la saciedad con noticias relacionadas con la corrupción que salpica a los principales partidos políticos, se han dado un respiro para referirse a esta mujer empresaria, de origen humilde, proletaria- añaden algunos- emprendedora, que fue capaz de auparse en los primeros puestos de millonarios del mundo sin moverse del pueblo donde nació y creció.
El cura que leyó un breve responso en su entierro- privado, por cierto- se refirió a ella como “una mujer que decía lo que pensaba, aunque fuese incorrecto”. Y no exageró el párroco.
A Rosalía Mera se le vio al frente de las protestas por la actuación de las autoridades de gobierno cuando un petrolero naufragó en las costas de Galicia y ennegreció con “chapapote” las aguas del Atlántico, con el consiguiente daño medio ambiental y pérdidas económicas millonarias para el sector pesquero y la población costera.
Ella también se solidarizó públicamente con el movimiento de los Indignados que estalló el 15 de mayo de 2011.
Tampoco se mordió la lengua para criticar al gobierno de Rajoy por los recortes en sanidad, educación o por un proyecto de ley que pone más trabas al aborto y que ha creado una fuerte polémica.
Sus millones no la hicieron abandonar ni sus principios ni a la gente que conocía desde sus años de costurera. Se refería a ellos como “mi gente” o “mi barrio”, recuerda el periodista español Suso de Toro, el que también afirma que ella asumía su origen social con humildad y orgullo, pero conociendo el juego de las fantasmagorías clasistas de los poderosos.Era demasiado inteligente y demasiado rica para caer en sus trampas.
A sus aciertos empresariales, multiplicados tras su divorcio, se suma su empeño por perfeccionarse. Se recibió de profesora y se puso al frente de una fundación para la formación e integración de discapacitados. El hecho de tener un hijo con Síndrome de Down contribuyó para volcar sus esfuerzos en la puesta en marcha de esa organización que hoy goza de gran prestigio por sus resultados.
La leyenda de esta gallega de La Coruña crecerá con el tiempo.
En cuanto al control de su legado de casi cinco mil millones de euros, queda en manos de su hija Sandra. Según afirman, con un bajo perfil muy similar al suyo.