“La justicia es igual para todos”. Es lo que dijo el Rey de España, Juan Carlos l en el tradicional mensaje de Navidad , hace poco más de un año.Y ha resultado premonitoria su sentencia. Su hija menor, la Infanta Cristina, ha sido imputada en el caso de corrupción por el que es investigado su esposo, Iñaki Urdangarín , y deberá declarar como una ciudadana más ante la justicia.
El paso dado por el magistrado Juan Castro no tiene parangón. Y todos coinciden en que la medida enloda aún más a la institución monárquica que pasa por sus peores momentos desde la recuperación de la democracia.
El juez ha tardado en imputar a la infanta como supuesta cómplice de los negocios oscuros de su Príncipe Azul, por cierto, poseedor del único título incuestionable : haber sido seleccionado olímpico de balonmano.
Castro ha querido contar con pruebas suficientes para involucrar a doña Cristina. Ahora dice que tiene al menos catorce indicios de que ella no era ajena a la trama urdida por Urdangarín y su socio, Diego Torres, para utilizar a una fundación “sin ánimo de lucro” en justamente lo contrario. Y lo más grave, con dinero público. Pero el juez no se queda corto en sus apreciaciones ya que deja entrever que el Rey estaba al tanto de los hechos ilícitos.
En la Casa Real la sorpresa ha sido mayúscula. En un comunicado manifiesta su sorpresa por el cambio manifestado por el juez que investiga el caso.
Un recurso de la Fiscalía Anticorrupción es la única estrategia legal que podría evitar el bochorno de ver sentada ante un juez a un miembro directo de la familia real.
El juez Castro considera que no llamarla a declarar habría sido un cierre en falso del caso, en descrédito de la máxima de que “la justicia es igual para todos y una clara contradicción con la práctica cotidiana de los tribunales en casos similares”. Y añade que no la citó como testigo para evitar que su derecho a defensa pudiera ser vulnerado en caso de alguna respuesta que pudiera incriminarla.
En cualquier caso , su comparecencia ante la justicia será una oportunidad para acabar con toda sombra de sospecha sobre ella, sostiene el juez.
En el llamado “caso Noos” se investiga la supuesta malversación de 6 millones 300 mil euros públicos obtenidos por la Fundación dirigida por el yerno del Rey de las comunidades autónomas de Valencia y Baleares. Los presuntos delitos cometidos por el yerno del monarca y Torres entre 2003 y 2007 serían malversación, fraude, falsedad, prevaricación, tráfico de influencias, blanqueo de dinero y delito fiscal.
Una serie de correos electrónicos entregados por Torres al juez Castro y en los que se cuentan intervenciones de Urdangarín y su mujer, la Infanta, para que organismos públicos participaran en los negocios de su Fundación han sido fundamentales para que el juez imputara a doña Cristina.
Los esfuerzos de la Casa Real para salvar el honor de la infanta no han sido suficientes. La Casa del Rey había eliminado la web de Urdangarín hace dos meses. Con anterioridad , Cristina había dejado de ocupar un lugar preferente en los actos oficiales. Bajar el perfil a los duques de Palma no ha sido suficiente para parar el descrédito de la Corona.
El caso Noos ha sido un añadido más a la serie de desaciertos cometidos por miembros de la Familia Real española en los últimos años.
Hace un año, el accidentado viaje del Rey a Botsuana no solo reveló la contradicción de una personalidad mundial que públicamente defiende la naturaleza ,la vida salvaje y animal, mientras se desplaza de incógnito a África para cazar elefantes.
A la afrenta de jugar con su propia seguridad, Juan Carlos l añadió una infidelidad que se hizo pública. En el safari estaba acompañado por una rubia princesa de origen alemán llamada Corinna zu Sayn Wittgenstein, que tiempo después tuvo la audacia de declarar a la prensa que se había ocupado de “trabajos delicados y confidenciales” de España. Esto echó más leña al fuego.
Como si fuera poco el vendaval provocado por estas revelaciones , en los últimos días se ha sumado la divulgación de la millonaria herencia que recibió el monarca tras la muerte de su padre, don Juan, y que estaría depositada en bancos suizos.
Tantos desatinos explican la caída en picada de la Corona entre los españoles. La condición de ser una de las instituciones más valoradas pende hoy de hilos muy finos. No faltan los que piden la abdicación de Juan Carlos l y en su lugar, la entronización de su hijo, el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón.
Todavía son minorías los que lo manifiestan públicamante, pero no es descabellado pensar que otros se sumarán, tarde o temprano.