La muerte del Presidente Hugo Chávez abre varias incógnitas sobre el futuro político de Latinoamérica.¿Existió o no un modelo de socialismo del siglo XXI y es éste lo suficientemente fuerte para resistir un cambio en la conducción de Venezuela?
¿Habrá o no un reordenamiento en la política latinoamericana como reacción de esta situación?
Frente a los hechos y al desarrollo del gobierno de Chávez él intentó instalar un tipo de Democracia contra-hegemónica, que dio forma a tres sistemas constitucionales en Sudamérica: Ecuador, Bolivia y Venezuela, además de algunos cambios de diferente naturaleza en países como Argentina o Nicaragua.
Este modelo constitucional que recuperó el Estado social expandió las formas de participación ciudadana y entregó una especial identificación a los pueblos originarios. Esta es la principal característica del legado del presidente Chávez, o sea la manifestación jurídica de este socialismo del siglo XXI.
En este marco, figuras como el referéndum revocatorio de mandatos constituye un arma importante del electorado con la finalidad de “recordarle” a su mandatario o mandataria quien es el verdadero soberano.
El gobierno de Chávez estableció formas de redistribución de una riqueza que hoy fluye por nuestra subregión. Los programa sociales en educación, vivienda, salud, alimentación y energía, constituidas por las llamadas Misiones, han traído aparejado también un empoderamiento político y cultural de masas tradicionalmente marginadas y de paso le han cambiado el rostro a Venezuela.
En la segunda pregunta, dada la actual institucionalidad venezolana y el consecuente empoderamiento de sus hombres y mujeres, sin duda un arranque liberal podría mermar en parte las bases del modelo bolivariano, pero difícilmente lograría que Venezuela volviera a un periodo pre-Chávez.
Las reacciones viscerales sobre el futuro de Venezuela no se condicen con las reales posibilidades de introducción de reformas muy radicales.No a pocos les resultaría atractivo desmantelar el sistema de protección social, y más aún con un país que posee una reserva de petróleo de nivel mundial.
En la hipótesis de intentos de esta naturaleza, considerando los resultados electorales y desarrollo del proceso bolivariano, solo podrían ser generadoras de conflictos sociales graves, de los cuales América Latina necesita alejarse.
En este sentido los actores internacionales deberían mantener una posición clara de no injerencia en asuntos internos del país, especialmente los Estados Unidos de Norteamérica, donde el Presidente Obama tiene la oportunidad histórica de dar una muestra del mismo progresismo que ha impulsado su administración en otras tierras, al iniciar el proceso de término a guerras de Irak y Afganistán.
También deben manejarse con cautela los organismos internacionales como OEA, MERCOSUR y UNASUR, entendiendo que esto constituye un asunto interno de un Estado miembro, que goza de un sistema institucional democrático y con mecanismos explícitos para resolver la sucesión presidencial.
Por último, no podemos obviar el liderazgo que el Presidente Chávez ejerció sobre un conjunto de países de la región, el que viene a ser la tercera incógnita de este puzle.
La situación de vacío que queda con el fallecimiento de Hugo Chávez pone al vicepresidente Nicolás Maduro en una singular tentación, el buscar convertirse en el “primus interpares” de la región.
Sin embargo, aun cuandoVenezuela viene con un sello de origen de haberse constituido como pionero del modelo del socialismo del siglo XXI, la multiplicidad de liderazgos debiera ser el camino que se deberá trazar en el futuro cercano.
En este contexto los planes de solidaridad internacional sin duda mantendrán su rumbo actual, en la envergadura y cobertura que ha existido hasta ahora. De producirse una derrota del chavismo, sin duda la salida de Venezuela del bloque de líderes progresistas sería inminente y los planes de solidaridad se verían dañados en su expansión.
Resulta inimaginable el desahucio unilateral de acuerdos suscritos con otros Estados Latinoamericanos, en razón de un cambio en la conducción venezolana, dado que un ejercicio de esta naturaleza solo conduciría a un desprestigio irreparable del país en el contexto regional.
Sin duda los próximos días y meses veremos en el centro del debate una defensa o defenestración del legado de Hugo Chávez Frías.
Nuevamente lo veremos como el Gran Elector de la contienda presidencial venidera, como lo fuera Juan Domingo Perón con sus “muchachos” (como los reseña la Marcha Peronista).
Sin embargo, deberían todos los venezolanos y venezolanas preservar los cambios que han dotado a su país de una mejor distribución del bienestar y expansión del ejercicio de sus derechos sociales, no caricaturizándolo como un capricho de su ex gobernante sino como un legado histórico en su proceso de construcción de una Nación más desarrollada, justa y próspera.