Desde el término del comunismo en Occidente y el cambio político en China parece cancelada la idea de una sociedad alternativa. La discusión, entonces, se divide entre quienes afirman en un acto de consecuencia que se relacionaba más con la fe que con la política, que otro mundo es posible, y quienes, con diferentes grados y matices, buscan afirmar principios y valores humanos dentro del capitalismo global.
Es la disyuntiva que desgarra y divide desde siempre a quienes buscan el cambio de la sociedad: ruptura o reforma. Una representante del PS francés, no sin cierto orgullo, afirma que los resultados de la socialdemocracia han sido más duraderos que los de la revolución rusa.Pero incluso esos logros hoy aparecen amenazados por una crisis que desde 1998 aun no concluye.
En Europa todos hablan de ahorro y recortes al gasto público. La diferencia – y no es poca – está en determinar qué se debe cortar y quienes deben pagar principalmente el ajuste.Porque al final todos van a ver reducidos sus ingresos. El problema es de proporción.
El proyecto de la unidad europea que por décadas concentró las esperanzas de progreso de estos pueblos, necesita ser reafirmado con vigor y con inteligencia para que Europa no caiga nuevamente en la vorágine de los nacionalismos extremos y excluyentes que ha caracterizado su historia.
¿Estará la actual dirigencia política y los líderes de la sociedad civil y de opinión en condiciones de ofrecer una nueva perspectiva? Todos se lo preguntan.
Conversando con Alan Touraine, señala con esperanza el papel positivo que está desempeñando el Banco Europeo conducido por M. Draghi al buscar modos de ayudar financieramente a los países mas sometidos a la volatilidad de los mercados. Y también se refiere en términos elogiosos a la labor del gobierno de Monti en Italia, que está haciendo las reformas necesarias buscando el mayor consenso social y político posible.
La sociedad europea está a la defensiva. No se discuten perspectivas de cambio.Tal vez ello explique el impacto que ha producido la muerte de dos grandes historiadores ingleses: Tony Judt y Eric Hobsbawm , ambos progresistas, uno socialdemócrata, el otro marxista.
Cuando el horizonte se ensombrece y se cubre de nubes borrascosas, la historia recupera su sitial. La mente se vuelve al pasado para entender el presente y hablando de lo sucedido, sin quererlo se dibuja el futuro. Obras como Posguerra de Judt o Historia del Siglo XX de Hosbsbawm son una incitación a la reflexión sobre la historia reciente de Europa, sus guerras, el totalitarismo, el colonialismo, el Estado de bienestar, el neoliberalismo y la crisis actual.
América Latina aparece más distante de estos dilemas. Ha sabido superar más rápido la crisis y mantiene índices importantes de crecimiento.Pero no hay que engañarse. Ello se debe en gran medida al alto precio de las materias primas y al poder comprador de China e India.Estos países – también Chile – deberían aprovechar la coyuntura para echar nuevas bases de crecimiento más sólido y sustentable.
También a nosotros nos haría bien volver la mirada hacia nuestra historia reciente. Pero no contamos con obras como las indicadas. Las que hay son fragmentarias y carentes de una visión de conjunto de lo que sucede en el continente. Lo que debería hacernos doblemente responsables al momento de proyectar el futuro.