El ataque al cuartel Moncada, el domingo 26 de julio de 1953, marcó en la historiografía cubana el comienzo oficial de una Revolución, que logró derrotar a la dictadura de Batista y desafiar a Estados Unidos en su propia cara.
Eran los días del Carnaval en Santiago de Cuba y se esperaba una tropa de permiso o tumbada borracha en sus literas, pero aquella madrugada a los asaltantes todos les salió mal, en medio del combate los refuerzos se perdieron por una ciudad que apenas conocían.
Finalmente acabaron derrotados bajo un diluvio de balas y los compases de La Heroica de Beethoven, con los que se iba a celebrar la jornada, no sonaron por la radio, y tan solo unos pocos pudieron esconderse en la Sierra Maestra.
Unos 61 rebeldes no tuvieron tanta suerte de alcanzar las montañas, hechos prisioneros fueron brutalmente torturados por los soldados y asesinados, les sacaron los ojos, les mutilaron los genitales y algunas extremidades.
Aquellos jóvenes no tenían miedo a equivocarse, no lo pensaron como un paso calculado en busca de un ascenso, la mayoría eran hijos de familias acomodadas que lo tenían todo y estuvieron dispuestos a perder la vida a cambio de nada.
La Cuba de aquel entonces tras un escaparate de hoteles, campos de golf y cabarets ocultaba que en el campo el 75 por ciento de las casas eran chozas de palma sin agua corriente ni electricidad, más de la tercera parte de la población agraria padecía carencias alimentarias y afecciones parasitarias.
Sólo el 4 por ciento comía con regularidad carne, desconocían la escuela un 27 por ciento de los niños en las ciudades y un 61 en el campo, el 43 por ciento de los campesinos adultos eran analfabetos, mientras que el 50 por ciento de la población era capaz de leer y escribir aceptablemente.
La juventud cubana de hoy reconoce aquel hecho como una página de la historia que les ayudó a ser un poco más libres, pero también sienten sobre sus espaldas el peso de un gesto épico, en el que una mala pedagogía que santifica a héroes anónimos hace que los distancie de ellos.
Desde el principio la revolución cubana se construyó continuamente en la adversidad; invasión de Playa Girón, atentados terroristas, crisis migratorias, plagas y guerra bacteriológica o el bloqueo económico, son algunos ejemplos.
Bajo el liderazgo de Fidel Castro, fueron capaces siempre de superar los obstáculos y convertir los reveses en victorias, lo cual creó en la población cubana una cultura de enfrentar siempre la excepcionalidad.
Hoy la batalla que libran los cubanos es continuar con el proyecto político que comenzó en aquel ataque al cuartel Moncada, en el que aumentar la productividad económica, mantener los logros sociales o defender la identidad nacional son algunos de los retos.
Los jóvenes hoy están en el centro del debate sobre qué rumbo tomará el futuro del país, el reto no tiene tanto ardor guerrero, ni discurso épico, ya no hay que pegar tiros pero es un desafío mayor que el que tomaron los asaltantes del Moncada.