Esta semana fui a hacer un trámite. En realidad, hace ya algún tiempo que quería hacerlo pero, entre una y otra cosa, lo fui posponiendo. Así es que hoy, finalmente, fui a retirar las máscaras antigases que el Estado de Israel distribuye gratuitamentea sus habitantes.
Es un trámite relativamente normal. Relativamente, porque –al menos para mí- ¡cómo va a ser normal siquiera pensar en máscaras antigases! Pero, claro, yo no nací en Israel ni llevo tanto tiempo viviendo aquí como para tomar cosas como ésta con la naturalidad con que la toman casi todos a mi alrededor.
La misma naturalidad con que se asume que todas las viviendas del país tienen que contar con refugios antiaéreos, por ejemplo…Un hecho que para cualquier visitante constituye, a lo menos, algo inusual.
Debo confesar que resido en Israel hace ya más de cinco años y es la primera vez que tengo esta sensación como de que “sería mejor estar preparados…”.
Los primeros cuatro años, entre el 2006 y el 2010, me desempeñé como Embajadora de Chile en este país y como parte del inventario que heredé al habitar la residencia oficial se encontraban unas cinco o seis cajas cerradas conteniendo igual número de máscaras antigases.
Todas, en ese momento, me dijeron, estaban vencidas y nunca en el curso de mi gestión -a decir verdad- se nos ocurrió renovarlas.
En esos cuatro años Israel se vio enfrentado a dos guerras: la segunda con El Líbano, concentrada en el norte, y la controvertida ofensiva militar en Gaza, en el sur. No recuerdo que nadie mencionara el tema de las máscaras antigases entonces. Tampoco pareciera haber sido muy necesario y, por lo demás, renovarlas no es tan fácil porque no siempre hay disponibilidad.
Pero desde que el Primer Ministro Benjamín Netanyahu empezó a repetir con mayor y mayor insistencia en el derecho de Israel de defenderse del peligro que representa para esta nación el desarrollo nuclear iraní (no precisamente para usos pacíficos, aparentemente), acompañado de los encendidos discursos antisemitas del Presidente de Irán, algo se instaló en el aire.
De pronto, los Municipios empezaron a avisar que cuentan con nuevos stocks de las mentadas máscaras e incluso los vecinos recibimos grabaciones telefónicas instándonos a renovarlas.
También, nos enteramos por la prensa que se están emplazando, en la zona central del país, unos cuantos de los sistemas anti misiles recientemente estrenados con bastante éxito al interceptar y destruir en el aire varias decenas de los cientos de rockets y misiles de corto y mediano alcance lanzados desde la Franja de Gaza a localidades del sur de Israel.
Desarrollado por la empresa de defensa israelí Rafael y conocido por su nombre en inglés “Iron Dome”, el sistema es teóricamente capaz de detectar y destruir en el aire cohetes disparados desde 4 hasta 70 kms. de distancia. Desconozco si también podrían hacerlo con ojivas nucleares…
La idea de distribuir máscaras antigases en Israel surgió durante la llamada “Segunda Guerra del Golfo” (1990-1991) entre Irak y una fuerza de coalición de 34 países, liderada por Estados Unidos y en la que no participó Israel.
El conflicto se circunscribió, mayormente, a los territorios de Irak, Kuwait y a la frontera entre este último país y Arabia Saudita. Pero también alcanzó a Israel y 41 misiles Scud impactaron Tel Aviv y Haifa.
Como esos ataques eran previsibles e incluso se temía que transportaran cargas químicas o biológicas, Israel repartió por primera vez máscaras antigases. En la misma caja viene una jeringa con atropina, fármaco usado como antídoto de intoxicaciones por ciertas sustancias mortales. Los misiles iraquíes, en definitiva, portaban “cargas convencionales” y no químicas ni biológicas.
A inicios de marzo, Netanyahu asistió en Washington a la Conferencia Anual del Comité de Asuntos Públicos Americanos-Israelíes (AIPAC, por su sigla en inglés).Allí, enfatizó el peligro iraní y señaló que “si se parece a un pato, camina como un pato y suena como un pato, qué es? Claro, es un pato”. “Pero” agregó, “este pato es nuclear y es el momento de que el mundo empiece a llamar pato a un pato”.
Lo mismo, al parecer, le dijo al Presidente Obama, que no se ha mostrado demasiado dispuesto al llamado del PM israelí para acompañarlo en una acción militar preventiva contra las instalaciones nucleares iraníes.
Aluf Benn, editor general del diario israelí Haaretz, uno de los de mayor circulación y opositor al gobierno, utilizó el negro humor de Netanyahu y dijo que, desde el regreso del PM, “lo que parece como una preparación para la guerra, actúa como una preparación para la guerra y suena como una preparación para la guerra… es una preparación para la guerra”.
Parece, en todo caso, que todavía hay tiempo. Según se informó el jueves 29 de marzo, el plan para el ataque israelí a Irán fue pospuesto. ¿Por qué?
Una simulación, efectuada por el Comando Central de las FF.AA. estadounidenses, mostró que al menos 200 estadounidenses morirían tras tan sólo una respuesta iraní al eventual ataque de Israel. Cada una de esas vidas sería cobrada por Estados Unidos al liderazgo político y militar israelí. Ése habría sido el mensaje que habría disuadido a Netanyahu, por ahora. A cambio, el Secretario de Defensa de Obama ofreció más ayuda económica para el desarrollo y despliegue del Iron Dome.
Así es que aún no. Pero ese algo en el aire sigue ahí. Y ya tengo máscaras antigases.