“Le llaman democracia y no lo es”. (Indignados)
Es evidente que uno no podría tener, ni de cerca, nada personal contra ciertas figuras del espectáculo y la farándula, como Ricky Martin. ¡No faltaría más!
Con excepción, claro está, de los tratos de favor de que son objeto de tanto en cuanto, y por la directa responsabilidad que les cabe, obviamente, en materia de sus “fecoproducciones”.
El gobierno español a través del Consejo de Ministros, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, ha resuelto concederle la nacionalidad española, según ha trascendido, “para que pueda casarse” con su pareja el economista Carlos González, con el cual comparte la paternidad de sus gemelos.
Es de esperar que en esta toma de decisión dicho consejo no haya sido madrugado como ha ocurrido en las últimas ocasiones.
En efecto, con motivo de la bullada y resistida reforma constitucional, como con la incorporación de España al escudo antimisiles de la OTAN, se enteraron tan sólo unos minutos antes de la toma de decisión.
Cuestión que queda más impresentable al encontrarse disueltas las cámaras del parlamento.
La medida fue tomada, como parece ser la tónica de “al final de la partida” a velocidad de crucero, y tan solo siete meses después de haberla solicitado. ¡Un verdadero record mundial!
También se dijo, en honor a la verdad, de que el Gobierno español, valora especialmente que el beneficiado “sea embajador de buena voluntad de la Unicef y que mantenga estrechos vínculos personales y profesionales con España”. Según se comentó, también, al parecer tiene familiares residentes en España.
Sinceramente, dicho mal y pronto, creemos que hay otras maneras de hacer propaganda de una excelente iniciativa legal (Ley del matrimonio homosexual) -fruto de un enorme esfuerzo legislativo del PSOE en pro de los derechos civiles- en virtud del cual en este país, como en otros pocos países del mundo, pueden contraer legítimamente nupcias las personas de igual sexo.
Sin embargo, pregunta al canto: ¿cuántas parejas se han beneficiado con semejante celeridad y medidas como estas, teniendo en vista especialmente que esta España es el país, por ejemplo, que ha concedido menos asilo de toda la UE?
O más bien, ¿cuántos dramas y sufrimientos humanos hubiéramos evitado midiendo a cientos de miles de casos con la misma vara que se ha medido a Ricky Martin?
La verdad es que no es de sorprenderse con esta suerte de posmoderna “ventas de indulgencias”, pues el listado es bastante extenso e incluye curiosamente a más deportistas que intelectuales y artistas, entre los cuales cabe mencionar, por ejemplo, al “intelectual, escritor y diplomático” chileno, Jorge Edwards, agraciado con la medida justo en momentos que era investido como flameante embajador “pinopiñerista” en París.
Al que, dicho sea de paso, su amigo Carlos Fuentes, en La gran novela latinoamericana, su último trabajo, lo señala, nada más y nada menos, que “como el narrador chileno más importante de los últimos tiempos”. Sin comentarios.
En realidad, lo indignante es el doble rasero que trasunta este tipo de medidas.
En España hace tan solo unos meses entró en vigor un nuevo reglamento de extranjería, una reforma a la Ley, en la materia, “que no solo dificultará la llegada de nuevos inmigrantes sino que endurece la condiciones de los residentes y vulnera gravemente los derechos fundamentales de las personas”, como han señalado diferentes organismos y ONGs.
Un hecho sintomático. Cómo será de siniestro este nuevo cuerpo legal, que hasta la xenófoba derecha española (PP) no solo lo suscribió casi sin reparos, ¡que es mucho decir!, sino que aplaudió entusiastamente su puesta en marcha.
Cinismo, al margen, su inclemente aplicación, viene argumentada en “que los flujos migratorios deben adecuarse a las “necesidades del mercado laboral…”
Resulta indignante la inequidad (e injusticia) la carencia total de sensatez con que en este país trata a las personas en esta materia.
Xenofobia aparte, constituye un espectáculo grotesco, si comparamos casos como el del pop artista portorriqueño (de nacionalidad estadounidense y residente en EE.UU.) con aquellos en donde aplican todo el horror de una de las más espantosas leyes de extranjería de Europa, y sus mal llamados “centros de internamiento”.
Una verdadera vergüenza nacional, una afrenta a los principios básicos de la igualdad, la solidaridad y la justicia social, que lesionan, aun más, un sistema democrático acosado fatalmente por las taras y el lustre del pasado dictatorial.
Lo peor de todo, francamente desesperanzador, en verdad, es comprobar cómo la desinteligencia e insensibilidad de algunos gobernantes está ligada fatal e inexorablemente al absurdo y a la frivolidad más nauseabunda.
Claramente: ¡No nos representan!