La crisis y el fantasma de la recesión tienen al mundo entero al borde de un ataque de nervios. En Europa se vive un clima de tensión permanente. A una buena o esperanzadora noticia le siguen en cadena dos o tres que ponen el alma en un hilo.
Los índices que registran las Bolsas no son recomendables para los que sufren afecciones cardíacas .Mientras, los políticos, analistas y agoreros de toda condición las ven crudas para calmar los ánimos y poner orden en el volátil escenario de las finanzas.
En España se oye un coro de lamentaciones, acompañado de un baile de acusaciones, críticas y advertencias. El ruido ha aumentado estos días con el arranque de la campaña electoral con vistas a los comicios generales del 20 de noviembre.
Los casi cinco millones de cesantes, el frenazo de las inversiones del sector privado o la obligación impuesta por la Unión Europea para reducir el gasto público, con el consiguiente deterioro de los sectores de la salud o la educación son temas a los que recurren los políticos al acecho de votos. Ahora es cuando aseguran que tienen fórmulas para poner remedio a tantos males.
Hay una parte importante de ciudadanos que, afectados de mil maneras por la crisis, no parece dispuesto a escuchar cantos de sirenas. O frases hechas para la ocasión que prometen que hay solución a corto plazo para salir del pozo.
Los “indignados” – que desde Túnez, El Cairo, Madrid Barcelona, París, Nueva York y otros confines han alzado la voz y sus manos- coinciden en cuanto a las causas y los efectos de esta crisis económica, a la vez política y social.
En la Puerta del Sol los indignados pusieron en la lista de sus enemigos, y en lugar muy destacado, a la Banca. Y contra ella persisten sus ataques dialécticos más furibundos. Y es muy probable que tengan razón si sacamos a la luz el teje y maneje que se traen entre manos los altos cargos de estas entidades que trajinan con el dinero de otros.
Cuando la banca española está en el punto de mira de quienes ejercen el control para que se tengan las cuentas claras se conocen datos de los millones de euros que se han embolsado directivos y consejeros que han puesto fin a su actividad. Ya por edad de jubilación, por retiro anticipado o por reconocimiento de los servicios prestados. Las sumas de dinero son de escándalo.
Bastan unos ejemplos para dimensionar hasta donde ha llegado (y llega) el “saqueo” de los Bancos a espaldas de los clientes, a los que se cobra comisiones por TODO. Y no siempre acorde a lo que establecen las normas.
Novaicaxa, una de las entidades financieras españolas en dificultades, otorgó una pre-jubilación, un seguro y un fondo de pensiones a un director por casi 19 MILLONES de euros.
Si un euro equivale a 700 pesos, multipliquen y saquen la cuenta exacta. Para no ser menos, a otro directivo se le mandó a casa por 16 millones de euros, a otros por la mitad y así suma y sigue.
Caja del Mediterráneo, banco que tuvo que pasar a manos del Estado español para no perjudicar a miles de clientes, otorgó también millonarias indemnizaciones. Una ejecutiva favorecida por la generosidad de la ruinosa entidad financiera no contenta con lo recibido se fue a las oficinas del INEM (encargada de llevar control de los cesantes) para apuntarse a la lista de los sin trabajo, lo que permite recibir una mensualidad por dos años como máximo.
Para estupor e indignación de los españoles de a pie, de los que viven de un sueldo, que tienen que lidiar a diario para llegar a fin de mes y encima pagar una hipoteca, los bancos que miman a sus directivos tienen la “suerte” de ser rescatados por el Estado cuando están en la bancarrota o se aproximan a ella.
Todo lo contrario a las miles de personas que hoy en España han perdido sus casas por no poder pagar las hipotecas y que son desahuciados de sus viviendas y puestas de patitas
en la calle.
Los “indignados”, acusados de utópicos, de huérfanos de ideologías y de mucho más, pueden sentirse satisfechos. A los bancos hay que tenerlos cortitos. En tiempo de crisis, donde se pide austeridad, buenas maneras y generar confianza, están obligados a predicar con el ejemplo.