España, sumida en una crisis que tarda encontrar una salida, recibió con alivio y esperanza el anuncio del cese definitivo de actividades armadas de la banda terrorista ETA.
Era una noticia esperada y, porque no decirlo, soñada desde hace mucho tiempo.
ETA pone fin a medio siglo de atentados, de crímenes, de secuestros y de extorsiones que han dejado casi un millar de víctimas mortales y a familias sumidas en el dolor y en disposición a no olvidar a los suyos.
Todos los partidos políticos se han alegrado de esta noticia, como es lógico, y la interpretan como un triunfo de la democracia. Pero es necesario puntualizar los alcances del comunicado leído con la cara oculta por uno de sus dirigentes. La escena de siempre.
La ETA que ahora se muestra conciliadora y con disposición al diálogo se ha visto obligada a asumir la debilidad en la que se encontraba desde los dos últimos años.
La detención de la cúpula dirigente gracias a la estrecha colaboración entre España y Francia, el acoso policial y judicial permanente, el hallazgo de zulos donde ocultaban el material utilizado para cometer sus crímenes y la división manifiesta dentro de la organización han obligado a ETA a dar este paso.
No obstante lo importante de la decisión para sellar la paz y la convivencia, la organización terrorista no se ha rendido, no se ha desarmado, no ha reconocido sus errores, ni se ha disculpado por sus crímenes
ETA ha pretendido poner fin a décadas de terror con un lavado de imagen.
Para ello se ha aferrado a la hoja de ruta que surgió de la polémica Conferencia Internacional de Paz, encabezada por el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, y que se celebró hace unos días en la ciudad de San Sebastián.
En ella se pedía a los terroristas el cese definitivo de sus acciones armadas y su disposición a dialogar para “alcanzar una solución integral al conflicto de la sociedad vasca”.
En el anuncio del cese definitivo de actividades armadas- no de su desarme que era lo que se esperaba- ETA no hace referencia al dolor causado sino que habla de SUS víctimas y de sus presos, para los que pide una amnistía total y el regreso a España de los que cumplen condena en Francia y países de Latinoamérica.
Se estima en unos 800 los etarras actualmente detenidos, la mayoría condenados o en proceso de serlo.
Al margen del triunfalismo que ETA ha queridos transmitir, lo importante es que la organización se ha visto obligada a poner fin al uso de las armas por la acción coordinada de operativos policiales a los que no pudo o no supo enfrentarse.
Con las elecciones generales a la vista, el terrorismo ha dejado de ser tema prioritario.
Lo que también hay que destacar es que el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tocado por una crisis económica que lo ha hundido en el desprestigio político,sumará como carta de triunfo a su gestión de ocho años el haber puesto al terrorismo por las cuerdas. Un anhelo de sus antecesores.
A partir de ahora, quien gobierne a España tras los comicios del 20 de noviembre tendrá la difícil tarea de poner las piezas precisas en el futuro de la sociedad vasca.