El Presidente Kennedy fue asesinado el 22 de noviembre de 1963, hace casi exactamente 48 años.
Aunque yo era niño pequeño, recuerdo el impacto que causó su muerte como también los hechos que condujeron el domingo 24 de noviembre al asesinato de su verdugo, Lee Harvey Oswald.
Su presidencia fue corta, comenzó en 1960, pero su legado ha sido reconocido a través del casi medio siglo que media desde su desaparición.
Nadie, ese viernes en Dallas, imaginó que un hombre de color llamado Barack Obama llegaría a la misma posición que él detentó.
Kennedy impulsó reformas mayores durante su administración. Entre ellas, recortes impositivos, ayuda federal para la educación de los más pobres, reformas al sistema de financiamiento de la salud y notablemente los derechos civiles de una minoría importante, como la comunidad negra de ese país.
Aunque fue criticado por los mismos líderes beneficiados por el fin de la segregación, gracias a Kennedy ciudadanos negros y blancos compartieron escuelas, universidades y aspectos de la vida en sociedad tan comunes como el fin de la segregación racial en buses, bares e incluso baños públicos.
Los asuntos internacionales también se cuentan entre sus mayores logros, entre ellas: el Cuerpo de Paz, la Alianza para el Progreso y Programa Apolo.
El Cuerpo de Paz envió una poderosa señal respecto que a Estados Unidos le importaban los países débiles, para mejorar su calidad de vida y tener acceso a niveles más avanzados del avance científico y tecnológico.
Justo es también establecer que pese al entusiasmo inicial, la Alianza para el Progreso se convirtió en el futuro en un conjunto de condiciones paternalistas que finalmente la abortaron.
El programa espacial, la proyectada caminata lunar y el manejo de la crisis de los misiles de Cuba, tal vez marcan el punto más alto de la administración Kennedy.
Respecto de la exploración espacial y la famosa frase: “Elegimos ir a la luna no por que sea fácil, sino porque es difícil”, refleja que el programa que él pensó no sólo fue ejecutado para ganar la carrera espacial contra la Unión Soviética, sino también porque de el se derivó un tremendo efecto sobre un sinnúmero de otras áreas científicas y económicas, entre ellas por ejemplo, la cotidiana comunicación de nuestros días, a través de teléfonos celulares.
Su manejo de la crisis de los misiles en Cuba simplemente evitó una guerra nuclear y mejoró paradójicamente sus relaciones con el Bloque Soviético.
Observamos como después de medio siglo algo que en la historia no se puede revertir, la violencia nunca obtendrá una respuesta de apoyo mayoritario y las sociedades civilizadas predominarán en el siglo 21, al menos para beneficio de las grandes mayorías.
John Kennedy era de la clase alta, su padre multimillonario, solo albergó ideas grandilocuentes respecto de sus hijos, perdió al primero en la segunda guerra mundial y los dos siguientes fueron asesinados durante el transcurso de contiendas democráticas.
Joseph tenía ideas distintas a la de sus hijos, lo que se suma a la paradoja de aquellos, dos niños ricos que eran liberales, probablemente en nuestros días partidarios del libre comercio y de la economía de mercado, pero también defensores del fin de las desigualdades y de benefactores de las oportunidades para aquellos talentosos que en una sociedad estática no podían tener la menor posibilidad de surgir y de los débiles que simplemente podrían sufrir por efectos del sistema.
Así llegamos al fin de los sesenta y los setenta, donde un país remecido por la guerra de Vietnam y el escándalo Watergate logró sobreponerse, como también a los negativos efectos del ciclo económico, lo cual fue empujado, como muchas veces ocurre, por los errores de política económica de sus gobernantes, y arribar a los años ochenta bajo la conducción de Ronald Reagan con una demostración de progreso y bienestar nunca observada en la historia de ese país.
Clinton continuó y reforzó esa tarea y además dotó al país del mayor superávit fiscal de su historia.
La administración Bush constituye un paréntesis en ese largo ciclo de éxitos, las razones no las vamos a describir aquí porque además son bien conocidas.
La gente de Estados Unidos quiso cambios, tan profundos como los realizados por Kennedy, y así lo reflejó la impresionante votación que obtuvo Obama.
Quiso que nuevamente, como Kennedy, se transformara en el líder del mundo libre, quiso que su país recuperara la reputación internacional y sobretodo quiso que resolviera los problemas económicos y financieros de Estados Unidos.
Kennedy permitió que Obama fuera elegido, ahora de él depende todavía responder a las expectativas de los que viven allí y en el resto del mundo.