Hace exactamente 17 años, en la mañana del 18 julio de 1994 las sirenas llenaron el ambiente de Buenos Aires. Previamente un gran estruendo estremecía el conocido barrio del Once, más exactamente la calle Luis Pasteur.
En el lugar donde se erigía el corazón de la vibrante comunidad Judía argentina, esto es, en la sede de su Asociación Mutual conocida como AMIA los escombros y el polvo daban cuenta de un horroroso atentado terrorista que costó la vida a 85 personas, mujeres y niños de todos los credos y nacionalidades, en su mayoría ciertamente judías, pero no exclusivamente. Centenares de heridos permanecían bajo aquel edificio derrumbado, centenares más deambulaban en estado de shock en las inmediaciones.
El atentado a la AMIA ocurrido a menos de 2 horas de vuelo en avión desde Santiago, nos ofreció un anticipo de lo que los terroristas internacionales con medios, grandes seguidores y objetivos extremistas eran capaces de realizar. En efecto, aunque entonces no se podía prever, aquellas imágenes serian similares a las que 7 años más tarde conmocionarían al mundo con ocasión del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York.
Con todo a diferencia del atentado a las Torres Gemelas, sus responsables permanecen hasta la fecha en absoluta impunidad. El reclamo de la justicia argentina ha debido enfrentar la falta de cooperación de Irán para que los acusados -que se encuentran identificados y con orden de captura internacional de Interpol- sean juzgados.
En efecto se trata de importantes personeros del régimen teocrático iraní, incluido su actual Ministro de Defensa, Ahmed Vahidi.
Coincidentemente este es el mismo funcionario iraní que hace aproximadamente un mes visitó Bolivia invitado por el gobierno de ese país, y que no dudó en ofrecer el apoyo militar de Irán en su diferendo con Chile.
Hoy se sabe quiénes planearon y ejecutaron el más grave acto de terrorismo internacional en Sudamérica.
Hoy se sabe como Irán, y el grupo terrorista libanés Hezbola perpetraron el ataque.
Hoy se sabe quienes integraron las redes locales de apoyo que facilitaron medios indispensables para la ejecución del atentado.
Sin embargo los familiares de las víctimas de la AMIA aun no pueden intentar ni siquiera la mínima reparación posible, esto es, que los responsables enfrenten la justicia. La impunidad día a día se erige en un nuevo atentado. ¿Qué esperanza pueden tener las víctimas y sus familias si un país vecino le da la bienvenida al perpetrador en lugar de entregarlo para que enfrente a la justicia argentina?
Cada 18 de julio cuando en señal de recuerdo suenan las sirenas nuevamente en la calle Luis Pasteur casi esquina con Callao, algo hiere a quienes somos silenciosos testigos de la conmemoración: el atentado del olvido cala hondo en todo el mundo, y nos recuerda que debemos persistir en el reclamo de justicia.
Si olvidamos, los terroristas se sentirán vindicados y eventualmente golpearán nuevamente.
El terrorismo debe ser desterrado y para ello la comunidad internacional debe dar una señal clara a uno de los países que hoy lo patrocina activamente, como es el caso de Irán que teje redes en América Latina con el apoyo de Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia. El recuerdo del ataque a la AMIA y el juzgamiento a los responsables resulta en consecuencia imperativo.